El I Ching como lenguaje simbólico del proceso de individuación: imágenes del devenir psíquico

“El proceso simbólico es un vivir en la imagen y de la imagen. Su desarrollo presenta por lo general estructura enantiodrómica, como el texto del I Ching, y ofrece por ello un ritmo de negación y posición, de pérdida y ganancia, de claro y oscuro.; su meta es, expresada de manera general, iluminación o grado superior de consciencia, con lo que la situación de partida es superada en un nivel más elevado”

 Carl Jung 

Desde la perspectiva de la psicología analítica se plantea que  la personalidad transita a lo largo de la vida por un proceso evolutivo de maduración,   orientado a la expresión singular y auténtica de nuestro ser, denominado por Jung como  individuación. 

Este proceso, que se puede entender también como de refinamiento y desarrollo de la conciencia,  se dinamiza por la tensión entre las polaridades fundamentales que nos constituyen: consciente e inconsciente, luz y sombra, masculino y femenino. Se sostiene que la interacción entre estas fuerzas psíquicas promueven  configuraciones cada vez más complejas e integrales.

Jung advirtió que este movimiento evolutivo de la psique se refleja en diversos lenguajes simbólicos como la alquimia, la astrología, el yoga tántrico o el tarot. 

Uno de los sistemas simbólicos que llamó particularmente la atención de Jung por expresar con notable claridad la dinámica de oposiciones que sustenta el fluir de la vida psíquica es el I Ching o Libro de las Mutaciones.

Imágenes del devenir arquetípico

El I Ching es un antiguo libro sapiencial y oracular de la filosofía china, cuyos primeros escritos datan de alrededor del Siglo IV a.c.  Se cree que sus orígenes están ligados a prácticas oraculares más antiguas, como las inscripciones en caparazones de tortuga y huesos que fueron utilizados para la adivinación.  

El I Ching o el Libro de las mutaciones aglutina enseñanzas tanto del taoísmo como del confucianismo. Está compuesto por 64 hexagramas que se estructuran a partir de la interacción entre dos principios fundamentales: el yang, asociado a lo activo y luminoso, y el yin, vinculado a lo receptivo y oscuro.

Para Jung, que realizó el prólogo del I Ching para la edición en alemán,  los hexagramas e imágenes  que contiene, aluden a configuraciones arquetípicas que  reflejan los movimientos internos de la psique  en su camino de refinamiento y maduración. Cada imagen representa una situación existencial  en la que se condensan tensiones, posibilidades y transiciones propias del proceso de individuación.

Se plantea que el I Ching no sólo describe el estado presente del alma, sino que también orienta acerca de su despliegue futuro, permitiendo una lectura simbólica del devenir interior en diálogo con las circunstancias externas por las que transita el individuo.

Se menciona al respecto en el I Ching “Los santos sabios eran capaces de abarcar con su visión todos los movimientos bajo el cielo. Contemplaron cómo confluían y se mantenían en conexión, a fin de seguir su curso de acuerdo con sus eternos ordenamientos”

Del Tao al Self: el camino natural

El I Ching está fundamentado en la noción del Tao, una concepto que alude a un principio primordial creativo que subyace al flujo de la vida y del universo.  El Tao se describe como el camino natural, el orden cósmico que regula el devenir cíclico de la existencia. 

En el libro Tipos Psicológicos Jung recoge diferentes significados del Tao: camino, método, principio, fuerza natural o fuerza vital, procesos naturales sometidos a leyes, idea del mundo, causa de toda manifestación, rectitud, bien, orden moral del mundo.

El concepto del Tao se encuentra estrechamente relacionado con el constructo junguiano del Sí mismo o Self, el arquetipo central y fundamental, que representa la totalidad de la psique y actúa como el factor guía en la evolución y refinamiento de la personalidad.

 A este factor primordial, que encuentra expresiones en diversas culturas, se le ha denominado Logos en la tradición griega, Dharma en el hinduismo y el budismo, o Maat en el antiguo Egipto; todas estas nociones aluden a una fuerza creativa impersonal que ordena el mundo y orienta la acción humana en sintonía con este principio universal.

En el Secreto de la Flor de Oro, libro de alquimia taoista chino, que también fue prologado por Jung, Richard Wilhelm señala “El significado original del Tao es: una vía que —estando fija ella misma— conduce desde un comienzo directamente a la meta. El pensamiento fundamental, entonces, es que, inmóvil él mismo, Tao permite todo movimiento y le da la ley. Las órbitas del cielo son las órbitas en que se mueven los astros; la vía del hombre es el camino por el que él ha de marchar”

El Self, desde la perspectiva junguiana, cumple una función análoga: es el centro organizador y totalizador de la psique, que promueve el proceso de individuación. Así como el Tao guía a cada ser hacia la plenitud de su forma propia, el Self impulsa al individuo a desplegar su singularidad más auténtica en sintonía con el orden interno de su naturaleza y con el flujo más amplio de la totalidad a la que pertenece.

Lo inconmensurable, lo eficaz, una paradoja viviente.

 El Tao se propone como inconmensurable e inefable, en el Tao Te King  se menciona “El Tao del que puede hablarse no es el Tao eterno. El nombre que puede nombrarse no es el Nombre eterno. Lo eternamente real es innombrable. El nombre es el origen de todas las cosas particulares.”

Jung enfatiza que aquello a lo que alude el concepto del Sí Mismo no puede ser captado ni definido plenamente por el pensamiento racional ni por el lenguaje. Su naturaleza escapa a toda conceptualización fija y sólo puede ser intuida a través de símbolos, imágenes y experiencias transformadoras. Se presenta como una paradoja viviente: es a la vez uno y múltiple, masculino y femenino, consciente e inconsciente, luz y sombra. 

En su artículo sobre la personalidad mana, Jung describe al Sí Mismo como:  “Ese «algo»  que es ajeno a nosotros y a la vez sumamente próximo, nosotros mismos y a la vez lo que nosotros no podemos reconocer, un punto central virtual de una constitución tan misteriosa que puede reivindicarlo todo, incluso su parentesco con animales y dioses, cristales y estrellas…Ese algo reclama también todo eso, y no tenemos nada en nuestras manos con que corresponder equitativamente a esa exigencia, y aun así nos sentimos aliviados al oír su voz..En apariencia, los comienzos de nuestra entera vida anímica tienen su origen inextricable en este punto, y todas las supremas y ultimisimas metas parecen tener en él su fin. No hay modo de escapar a esta paradoja, tal y como ocurre siempre que intentamos describir algo que transciende los límites de nuestro entendimiento” 

El individuo como microcosmos: lo inconsciente colectivo 

La noción de que el ser humano es un microcosmos —una imagen reducida del universo— atraviesa numerosas tradiciones filosóficas y espirituales, desde el hermetismo y la alquimia hasta el taoísmo y la filosofía griega. Según esta concepción, las mismas leyes que rigen el cosmos actúan también en el interior del alma humana. Comprenderse a uno mismo es, en este sentido, una vía para comprender el mundo; y del mismo modo, explorar el orden del universo puede revelar aspectos profundos de la propia naturaleza

En el I Ching, la consulta no se orienta a predecir un futuro externo, sino a ofrecer una imagen simbólica que refleje la configuración interna del momento presente, en resonancia con las fuerzas del cielo y la tierra.

Se menciona  al respecto en un pasaje del I Ching  “Cuando en tiempos arcaicos Pao Hsi gobernaba el mundo, dirigió la mirada hacia arriba y contempló las imágenes en el cielo; dirigió la mirada hacia abajo y contempló los sucesos sobre la tierra. Contempló los dibujos de los pájaros y de los animales y su adaptación a los lugares. En lo inmediato partía de sí mismo, en lo mediato partía de las cosas. Así inventó los ocho signos a fin de ponerse en contacto con las virtudes de los dioses luminosos y de ordenar las condiciones de todos los seres”

Jung, por su parte, reconoció en la psique no solo una dimensión personal, sino también una compartida: un inconsciente colectivo en el que habitan arquetipos universales que vinculan a cada individuo con la historia evolutiva de la humanidad y con la vida del planeta.

En El Libro Rojo, que puede entenderse, de manera similar que el I Ching, como una representación de imágenes arquetipales vinculadas al proceso de individuación, Jung menciona:

“No obstante, si te fijas bien, entonces verás lo que nunca antes has visto, a saber, que las cosas viven tu vida, que viven de ti: los ríos hacen fluir tu vida hacia el valle, con tu fuerza cae una piedra sobre la otra, también las plantas y los animales crecen por ti y tú mueres en ellos. Una hoja danzante en el viento te danza, el animal irracional acierta tus pensamientos y te representa. Toda la Tierra aspira su vida desde ti y todo te refleja. No sucede nada donde tú no estás enredado de manera secreta, pues todo se ha ordenado a tu alrededor y juega lo más íntimo de ti. Nada en ti está oculto a las cosas, por más lejano, preciado o secreto que sea”

Tanto en el I Ching como en la psicología junguiana, el destino individual no se entiende como una línea separada del todo, sino como una expresión singular del movimiento más amplio de la totalidad. Así, el símbolo se convierte en un puente entre lo íntimo y lo cósmico, entre lo subjetivo y lo universal.

Sincronicidad entre mundo interno y mundo externo

Desde la lógica de un universo concebido como una totalidad compuesta por elementos interdependientes y regido por un principio subyacente, cuando ocurre un acontecimiento, la pregunta natural no se dirigiría a su causa —como solemos hacer en nuestra cultura—, sino a qué otros acontecimientos pueden estar ocurriendo simultáneamente.

Se parte de la premisa de que cada momento en el universo posee una cualidad particular con la que todos los elementos resuenan de manera sincrónica. Esta forma de pensar sustenta prácticas como la astrología. En el momento del nacimiento de un individuo, los astros se encuentran en determinada posición y simbólicamente hay un registro de ello en cada persona, que se ve condicionada por ello.

Del mismo modo, al consultar un oráculo —ya sean cartas del tarot, señales en un caparazón de tortuga u otros elementos—, las respuestas no aparecen de forma aleatoria, sino que se corresponden con la situación interna del consultante y con la cualidad específica del momento en que surge la pregunta. Es en esta correspondencia donde adquieren un valor simbólico.

Esta conexión entre el mundo interno y el mundo externo encarna el principio de sincronicidad formulado por Jung, el cual busca comprender las coincidencias significativas que no están unidas por una relación causal, sino por el sentido compartido. Tal como ocurre cuando una imagen onírica se vincula con un acontecimiento del mundo exterior, este principio también permite comprender el nexo entre la pregunta del consultante y la composición simbólica del oráculo en el momento de la consulta.

Las correspondencias  entre el mundo externo y el mundo interno ilustran además el carácter psicoide de los arquetipos, cuya naturaleza trasciende lo meramente psíquico y se manifiesta  también en  los hechos del mundo objetivo.

Las concepciones vinculadas a la sincronicidad, presentes también en la filosofía que atraviesa al I Ching, encuentran cierta resonancia con algunas interpretaciones de la física cuántica, las cuales ponen en cuestión las nociones clásicas de causalidad lineal y de separación entre el observador y el fenómeno, sugiriendo una realidad más interconectada y participativa.

El crecimiento en espiral: el eterno retorno, la evolución de la  consciencia colectiva

Jung  resaltó que el proceso de individuación no es un camino lineal sino más bien se acerca a la imagen del espiral.  En un seminario de sueños señaló  “Desde el punto de vista psicológico, se evoluciona en espiral, se pasa siempre por el mismo punto en el que uno ya ha estado antes, pero nunca es exactamente el mismo, sino un poco más arriba o un poco más abajo”

Cada etapa  o nivel de complejización se ve catapultado por las circunstancias críticas que atravesamos a lo largo de la vida que nos  promueven un nuevo modo de ser,  a una actualización de la personalidad. 

Desde la perspectiva junguiana se  plantea que la humanidad como un todo se encuentra  también un proceso de individuación, esto es,  en un camino de transformación  y evolución de la consciencia, en el que se va desplegando  un orden  o  un sistema de funcionamiento colectivo cada vez más complejo e integral.

En el Libro Rojo se señala “Todo es una y otra vez lo mismo y sin embargo no es lo mismo, ya que la rueda gira en la larga vía. Pero el camino conduce por valles y montañas. …El alma de la humanidad es como la gran rueda del zodíaco que rueda en el camino. Todo lo que en el movimiento constante va desde abajo hacia lo alto, estaba ya previamente en lo alto. No hay ninguna parte de la rueda que no vuelva. Por eso, lo que fue vuelve a brotar y lo que fue alguna vez será nuevamente. Pues son todas cosas que son propiedades innatas de la esencia humana. Pertenece a la esencia del movimiento hacia adelante que lo que ha sido retorne. Pero en el eterno retorno de lo mismo no se encuentra el sentido, sino en la índole de su recreación en el tiempo.”

En el I Ching se menciona de manera similar en el Hexagrama 24, denominado el Retorno “Luego de una época de derrumbe llega el tiempo del solsticio, de la vuelta. La fuerte luz que antes fuera expulsada, vuelve a ingresar. Se trata, pues, de un movimiento natural de aparición espontánea. Por eso también resulta enteramente fácil la transformación de lo viejo. Lo viejo es eliminado, se introduce lo nuevo: ambas cosas corresponden al tiempo y por lo tanto no causan perjuicios. El retorno tiene su fundamento en el curso de la naturaleza. El movimiento es circular, cíclico. El camino se cierra sobre sí mismo. No hace falta, pues, precipitarse en ningún sentido artificialmente. Todo llega por sí mismo tal como lo requiere el tiempo. Tal es el sentido de Cielo y Tierra. Todos los movimientos se realizan en seis etapas. La séptima etapa trae luego el retorno. De este modo, al correr del séptimo mes después del solsticio de verano, a partir de lo cual el año desciende, llega el solsticio de invierno, y del mismo modo una vez pasada la séptima hora doble siguiente a la puesta del sol, llega la salida del sol”

El despliegue de sentido: la estrella orientadora

Desde la perspectiva junguiana, se considera inherente a la psique humana una búsqueda de sentido y de trascendencia, un anhelo de realización que es promovido por el Sí Mismo. 

Aquello que da significado a la vida — nuestras prioridades y valores — se transforma  y actualiza a lo largo de la vida: lo que nos permite sentirnos realizados  en la infancia o adolescencia no es lo mismo en la madurez o la vejez. 

Se propone que ese sentido o camino es único para cada persona; es su llamado particular, su vocación, su propósito, y, en última instancia, lo que nos permite sentir que la vida merece ser vivida.

En un pasaje del I Ching se menciona la noción de propósito como una estrella orientadora: “Todo hombre debe tener algo a lo cual seguir, algo que le sirva de estrella orientadora. Quien con convicción va en pos de lo bello y lo bueno, podrá sentirse fortalecido por esta sentencia.”

La sabiduría de la naturaleza: el ser de un millón de años en la psique

Jung describe lo inconsciente colectivo como un estrato de la psique que trasciende la experiencia individual, albergando la sabiduría acumulada durante incontables generaciones. Señala que, si pudiéramos personificar este aspecto, sería semejante a un ser humano colectivo cuya experiencia abarca millones de años. 

En la Dinámica de lo inconsciente menciona al respecto: “Si el inconsciente pudiera ser personificado, tomaría los rasgos de un ser humano colectivo que viviera al margen de la especificación de los sexos, de la juventud y de la vejez, del nacimiento y de la muerte, dueño de la experiencia humana, casi inmortal de uno o dos millones de años (…). Un soñador de sueños seculares y, gracias a su experiencia desmesurada, un oráculo de pronósticos incomparables.”

Jung destaca cómo los animales actúan en sintonía con esta sabiduría instintiva, que les orienta hacia las actitudes necesarias para hacer lo que tienen que hacer. En los seres humanos, propone que el diálogo con esta fuente arquetípica es indispensable, pues constituye una vía profunda de orientación y de sentido.

En El Libro Rojo Jung menciona: “Observa a los animales: cuán justos son, cuán honestos, cómo obedecen a lo que traen en sí, cuán fieles son a la tierra que los soporta, cómo repiten sus cambios habituales, cómo cuidan a sus crías, cómo van juntos por el alimento y cómo se atraen unos a otros al manantial. No hay uno que esconda su superabundancia de presas y así deje morir a sus hermanos de hambre. No hay uno que trate de imponer su voluntad a su misma especie. No hay uno que delire con ser elefante, aunque, en realidad, sea mosquito. El animal vive decente y fielmente la vida de su especie y nada por encima ni nada por debajo.”

Para el taoísmo, la naturaleza, así como la vida individual y colectiva, están regidas por el influjo del Tao, y lo más propicio es estar alineado con sus principios eternos, pues ello aporta armonía y equilibrio tanto al ser como al entorno en que se desarrolla. 

En el I Ching se menciona “La naturaleza engendra a los seres sin falsedad, he ahí su derechura; es tranquila y silenciosa, he ahí su rectangularidad; no se niega a tolerar a ninguno de los seres, he ahí su grandeza. Por eso, sin maquinación externa ni propósitos particulares ella alcanza lo justo para todos. Para el hombre es señal de suprema sabiduría lograr que sus actos sean tan obvios como los de la naturaleza”

Lo inconsciente como realidad en potencia: todo lo que deviene sucede sobre la base de lo que ha sido, los sueños como oráculo

Desde la perspectiva de la psicología junguiana, lo inconsciente no es un mero depósito de recuerdos reprimidos, sino una realidad viva en constante transformación, portadora de contenidos posibles que buscan realización en la conciencia.  

Jung menciona al respecto “Decimos que lo inconsciente no es nada y sin embargo es una realidad in potentia: el pensamiento que vamos a pensar, el hecho que vamos a realizar, incluso el destino del que nos vamos a lamentar mañana ya están de modo inconsciente en el hoy… Lo inconsciente tiene un doble rostro: por un lado, sus contenidos remiten a un mundo instintivo preconsciente, prehistórico, por otro lado, anticipa potencialmente un futuro, justo sobre la base de una preparación instintiva de los factores que determinan el destino.  Todo lo que deviene, sucede sobre la base de lo que ha sido”

El I Ching,  refleja esta misma concepción: cada situación presente contiene en germen aquello en lo que puede devenir, y ese devenir no surge de manera arbitraria, sino que se basa en lo que ha sido, en concordancia con las leyes inmutables del cambio. Los hexagramas expresan configuraciones arquetípicas que, al ser leídas en un momento determinado, revelan el dinamismo interno del alma. 

En la psicología junguiana, se considera que los sueños emergen del inconsciente como imágenes cargadas de sentido, que aluden no solo a contenidos del pasado, sino también a posibilidades futuras. Así como la consulta del I Ching permite captar el movimiento subterráneo de una situación vital, la atención a los sueños brinda una orientación simbólica en el camino de individuación, revelando aquello que pugna por nacer desde las profundidades de la psique.

El niño divino  como imagen del Tao: la materia prima de la transformación

En el I Ching, la imagen del recién nacido simboliza la armonía con el Tao y con la naturaleza instintiva, expresando un estado de pureza y espontaneidad original. También tiene que ver con lo eterno: ese núcleo inmutable que, más allá del tiempo y la experiencia, conserva la frescura del comienzo y la posibilidad siempre abierta de renacer.

“El hombre de honda virtud se asemeja a un recién nacido.

No le pican avispas ni escorpiones, ni venenosas serpientes le muerden, ni le atacan las aves de presa, ni las bestias salvajes le agreden; débiles son sus huesos y tendones, mas su mano ase con firmeza…Aún no conoce la unión de macho y hembra,mas su miembro se enfurece, tanto su energía vital es extrema. Llora todo el día y no enronquece, pues su armonía es perfecta..Cuando las cosas cobran vigor envejecen, es no seguir el Tao, no seguir el Tao, conlleva un pronto final”

A nivel psicológico la imagen del niño y de la infancia aluden simbólicamente a la inocencia, a esa dimensión de la psique que conserva la capacidad de aprender, crecer, transformarse, de ser iniciada. Remite también a lo que aún permanece unido a la madre, a la fuente primordial, a los instintos que sostienen la vida en su forma más pura y originaria.

 El niño alude también a las nuevas perspectivas que comienzan a madurar en la psique: aspectos. Simboliza también lo eterno en el alma: aquello que no envejece, que se renueva constantemente y permanece como núcleo de vitalidad.

En Tipos Psicologicos Jung menciona al respecto “Quien se hace uno con el Tao vuelve en cierto modo a parecerse a un niño Esa actitud psicológica, como es sabido, se cuenta también entre las condiciones que han de cumplirse para que pueda heredarse el Reino de Dios cristiano, que en rigor —mal que les pese a todas las interpretaciones racionales— es la esencia, imagen y símbolo central e irracional del que emana el efecto salvífico”

Edinger en Anatomía de la psique relaciona además la imagen de la infancia con la materia prima de la alquimia mencionaLa inocencia corresponde al estado indiferenciado de la materia prima… Volverse como niños es volver al estado inocente e indiferenciado de la materia prima. que es un requisito previo para la transformación. Los aspectos fijos y desarrollados de la personalidad no admiten cambios. Son sólidos, establecidos y seguros de su rectitud. Sólo la condición original indefinida, fresca y vital, pero vulnerable e insegura, simbolizada por el niño, está abierta al desarrollo y, por lo tanto, está viva. Consideramos la imagen de un niño en sueños como uno de los símbolos del Ser, pero también puede simbolizar la materia prima”

Lo propicio es el movimiento: todo sigue su curso

Tanto en el I Ching como en la psicología junguiana, el cambio, las mutaciones del ser,  no solo son consideradas inevitables, sino también una condición necesaria para poder mantenerse en sintonía con el fluir de lo creativo primordial.

En el I Ching se menciona “La índole de la energía creativa de la naturaleza no es detención o quietud, sino movimiento y desarrollo permanente. En virtud de esta fuerza todas las cosas se van modificando paulatinamente hasta que se transforman por entero, cobrando su apariencia fenoménica. Así se modifican y cambian las estaciones del año y, en su transcurso, va  transformándose todo el mundo de las criaturas. Con ello, a cada cosa le es dada la naturaleza que le conviene, la cual, observada desde la mira de Dios, se llama su destino, su predeterminación”

Del mismo modo, Jung concebía el proceso de individuación como un movimiento ascendente guiado por las leyes y principios inherentes al Sí Mismo, entendido también como la chispa de lo eterno, de lo absoluto y lo numinoso en el individuo.

En El Libro Rojo escribe: “Los rebaños de animales salvajes han de migrar a sus lugares de pastoreo según sus antiguas mudanzas. La vida sigue su curso hacia adelante, del nacimiento a la muerte, de la muerte al nacimiento, inquebrantable como el curso del sol. Todo sigue su curso.”

Que nada esté dado para siempre: la quietud como movimiento latente

La psique humana posee mecanismos intrínsecos de autorregulación y sanación que le permiten desarrollarse, enfrentar los obstáculos inevitables de la vida y avanzar hacia una mayor complejidad. 

La psicoterapia junguiana se orienta a acompañar este proceso, especialmente cuando factores internos o externos interrumpen el curso natural del crecimiento y la sanación. 

A través del vínculo terapéutico, se busca restaurar en la persona la capacidad de explorar, jugar, crear, tolerar la frustración y habitar la ambigüedad, fomentando una actitud vital que acepte las paradojas inherentes a la existencia. Al mismo tiempo, se promueve el reconocimiento de las motivaciones más profundas y la asunción de la responsabilidad que ello conlleva.

En La práctica de la psicoterapia Jung resalto en este sentido “El efecto que yo busco es producir un estado anímico en el que mi paciente comience a experimentar con su naturaleza y nada esté dado para siempre, petrificado sin esperanza: un estado de fluidez, de cambio y devenir.”

En el I Ching, la quietud se concibe como un movimiento latente: “no existe nada sencillamente quieto; la quietud es, al contrario, tan sólo un estado de transición del movimiento, es por así decirlo, movimiento latente”. Así como el agua necesita fluir para conservar la vida —pues al detenerse se estanca—, también la vitalidad se sostiene en el fluir continuo, incluso en los momentos de aparente inmovilidad. 

Toda victoria contiene el germen de una futura derrota: verdades parciales y  transitorias

Desde la perspectiva junguiana se plantea que es importante reconocer que los equilibrios, las certezas que alcanzamos, los sentidos que nos sustentan, son por naturaleza parciales e inestables, ya que el potencial de complejidad e integralidad de la psique nunca se acaba. En este sentido  Jung planteó que “toda victoria contiene el germen de una futura derrota” 

En el I Ching, cada imagen se propone como parte de un proceso dinámico en el que lo que se presenta,  contiene ya la semilla de lo que puede llegar a ser, el presente contiene entonces  el germen de lo que está en camino de manifestarse.

Los hexagramas no describen, por lo tanto, estados fijos, sino momentos de transición; y sus líneas cambiantes indican los puntos en que una configuración alcanza su máxima expresión y está a punto de invertirse en su contrario

La transformación no se entiende como una ruptura, sino como parte de un ciclo inevitable, en el que la sabiduría surge del discernimiento del momento justo para dejar ir una forma y permitir la emergencia de otra.

Se señala en el I Ching que “Como camino hacia el logro aparece aquí el reconocimiento y la realización del sentido del universo que, en cuanto ley perenne, y a través de fines y comienzos, origina todos los fenómenos condicionados por el tiempo. De este modo toda etapa alcanzada se convierte a la vez en preparatoria para la siguiente, y así el El tiempo ya no constituye un obstáculo, sino el medio para la realización de lo posible”  

Lo eterno, lo arquetípico,lo duradero,  lo constante en el cambio 

Para Jung, lo arquetípico remite a los patrones eternos y universales que subyacen a las múltiples manifestaciones fenomenológicas del cosmos, la naturaleza y el ser humano.

El arquetipo, como forma primordial del inconsciente colectivo, se propone entonces como  una estructura psíquica básica y universal que trasciende el tiempo, la cultura y la individualidad. 

La imagen arquetípica, en cambio, es su manifestación concreta, simbólica y mutable, tal como se expresa en sueños, mitos o experiencias personales.

Mientras los arquetipos son fijos, limitados y constantes, las imágenes arquetípicas son múltiples, variables y relativas a cada contexto cultural.

En el I Ching, se menciona la relación entre la duración y lo dinámico de la siguiente manera: “Trueno y viento: la imagen de la duración. Así el noble permanece firme y no modifica su rumbo. El trueno retumba y el viento sopla: ambas manifestaciones representan lo sumamente móvil, de modo que, según las apariencias, se trataría de algo opuesto a la duración. Sin embargo, su aparición y desaparición, su avance y retroceso, su ida y venida, obedece a leyes duraderas. Así la independencia del hombre noble tampoco se basa en inmovilidad o rigidez. Siempre vive de acuerdo con el tiempo y varía con éste. Lo duradero es el rumbo firme, la ley interior de su ser, la que determina todos sus actos”

¿Tiene que ver con lo eterno? la viga maestra

Jung propuso que la pregunta más fundamental y reveladora ante las circunstancias que nos confrontan en la vida es si aquello que nos preocupa está vinculado a lo eterno, lo infinito, a lo esencial, o si responde más bien a intereses cambiantes y superficiales. 

Este cuestionamiento se vuelve ineludible en la segunda mitad de la vida, cuando las prioridades y perspectivas se transforman de manera radical, y la búsqueda de lo trascendental adquiere un lugar central en el proceso de individuación.

En su autobiografía mencionó al respecto “Sólo si sabemos que la cosa que realmente importa es infinita podemos evitar fijar nuestros intereses en cosas fútiles y en todo tipo de objetivos que carecen de verdadera importancia. Así entonces, exigimos que el mundo nos conceda reconocimiento por las cualidades que consideramos como nuestras posesiones personales: nuestro talento o nuestra belleza. Entre más un hombre hace énfasis en falsas posesiones, y entre menos sensibilidad tiene a lo esencial, menos satisfactoria es su vida. Se siente limitado porque tiene objetivos limitados, y el resultado es envidia y celos. Si entendemos que aquí en la vida tenemos un vínculo con algo infinito, nuestros deseos y actitudes cambian”

En el I Ching se menciona la necesidad de reconocer la eterna ley inmutable en las expresiones mutantes, la “viga maestra”

“Así todo va fluyendo como este río, sin parar, día y noche.”

Con ello alude a la idea de la mutación. La mirada, de quien ha reconocido la mutación, ya no se detiene sobre las cosas singulares que pasan con el fluir de la corriente, sino que se dirige hacia la eterna ley inmutable que actúa en toda mutación. Esta ley es el sentido (Tao), el Curso, lo Uno en toda multiplicidad. A fin de convertirse en realidad, esta ley requiere una decisión, una postulación. Esta postulación fundamental es el gran comienzo original de todo lo que es: Tai Ch’i, literalmente: la viga principal, la viga maestra”

Estar en armonía con el Tao: la subordinación del ego hacia el Sí mismo

En el I Ching se menciona “Los destinos se guían por leyes fijas que actúan y se cumplen con necesariedad. El hombre, empero, tiene en sus manos el recurso de configurar su destino, y su éxito en ello depende de si se expone mediante comportamiento al influjo de las fuerzas cargadas de bendición o de destrucción. Si el hombre está en elevada posición y se muestra modesto, resplandece con la luz de la sabiduría. Cuando está en baja posición y se muestra modesto, no puede ser pasado por alto. De este modo logra el noble llevar a término su obra sin vanagloriarse de lo hecho”

El I Ching sostiene una visión del destino que conjuga ley y libertad, necesidad y posibilidad. Si bien afirma que “los destinos se guían por leyes fijas que actúan y se cumplen con necesariedad”, no reduce al ser humano a un mero juguete de las circunstancias. Por el contrario, le reconoce la capacidad de configurar su destino —no a través del control forzado, sino mediante su actitud y disposición interior frente a las fuerzas que lo atraviesan. Es en la manera en que se comporta, en cómo se expone o se alinea con las corrientes de bendición o de destrucción, donde se juega su destino personal.

Desde la perspectiva junguiana, la madurez de la personalidad se manifiesta en la paulatina subordinación del ego al Sí-mismo. El ego reconoce que no es el centro absoluto de la psique, sino que forma parte de un orden más amplio y sabio que lo trasciende.

Esta toma de conciencia no implica una negación del ego, sino su integración en una totalidad psíquica mayor. Lo que se propone no es la supresión del yo consciente, sino un diálogo vivo entre el ego y el Sí-mismo: una relación en la que el ego aprende a escuchar, a ceder, y a colaborar con las profundidades de la psique. 

Al renunciar a su pretensión de control absoluto, el ego se abre a la guía interior, reconociendo que la individuación no se alcanza por voluntad racional, sino a través de una disposición receptiva al devenir interno y a las transformaciones que emergen desde los estratos más profundos del alma.

La colaboración consciente con la individuación

En el I Ching se menciona “Cualquier situación se torna buena únicamente cuando uno sabe adaptarse a ella y no malgasta sus fuerzas en falsas resistencias”

En la psicoterapia junguiana se propone la flexibilización de las identificaciones del ego para que en lugar de pretender imponer su voluntad, aprenda a escuchar y responder al influjo interno, y así poder colaborar conscientemente con ese movimiento profundo en lugar de resistirse a él.

También se promueve la apertura a lo desconocido y la tolerancia a la incertidumbre como condiciones ineludibles para la transformación y el desarrollo de una personalidad madura. 

En el Libro Rojo se menciona “Todo lo que quiera interrumpir este presente lo siento como estorbo y busco hacerlo a un lado para que se pueda mantener mi intención. Así excluyo el progreso de la vida. Pero ¿con qué puedo ser yo el cochero si no es con voluntad e intención? Por eso un hombre sabio tampoco desea ser un cochero, ya que sabe que si bien la voluntad y la intención alcanzan la meta, sin embargo estorban el devenir del futuro. Lo futuro deviene a partir de mí, yo no lo creo, aunque sí lo creo pero no desde la voluntad y la intención, sino más bien contra la intención y la voluntad”

En el I Ching en el mismo sentido se advierte sobre la inadecuación de imponer la voluntad personal y de actuar movidos por el orgullo, ya que ambos impulsos desentonan con el curso natural de las cosas y dificultan la armonía con el Tao.

“Uno padece una inquietud interior, de modo que no puede quedarse en su sitio. Quisiera avanzar a toda costa, y al intentarlo se topa con obstáculos insuperables. Así entra en conflicto con su propia situación interior. Esto proviene del amor propio con el cual uno pretende imponer su voluntad. Si se desprendiera de ese amor propio,todo marcharía bien. Pero este consejo, como tantos buenos consejos, será pasado por alto. Pues el amor propio hace que, si bien tiene oídos, uno no pueda oír” 

El callejón sin salida: la función trascendente, la redención viene del lugar menos esperado 

Para Jung, la superación de los conflictos psíquicos, esto es,  de las contradicciones internas, se manifiesta como una síntesis que no ocurre como efecto de la voluntad del ego  sino que emerge a partir de la disposición para soportar la tensión interna “Se requiere una situación imposible, donde uno tenga que renunciar a su propia voluntad y a su propio conocimiento, y no hacer nada más que confiar en el poder impersonal del crecimiento y del desarrollo” 

Cuando nos encontramos en un “callejón sin salida” se nos convoca a transitar por la impotencia de nuestro ego para resolver la situación con los recursos actuales, a lidiar con la angustia que nos genera el quiebre de nuestros referentes de seguridad e identidad, y a travesar el miedo que nos genera la incertidumbre de lo no conocido. 

Cuando nos rendimos, aceptamos los hechos y renunciamos a querer forzar a la obstinada realidad a nuestras expectativas, permitimos que la naturaleza actúe en nosotros. Se sana entonces la herida, se despliega entonces el crecimiento. Y es justamente en ese abandono de la lucha donde, con frecuencia, la redención irrumpe desde el lugar menos esperado.

El desplazamiento desgarrador del ego caduco, posibilita el advenimiento de lo nuevo, de un orden con mayor grado de complejidad e integralidad que el anterior.

A partir de esta confrontación nace entonces en nuestra psique, el tercero que trasciende el conflicto, el orden superior que se encontraba latente en el estado previo.

La capacidad de la psique de formar un tercero, una síntesis superior, a partir de la tensión de las polaridades internas fue denominada por Jung como función trascendente.

En el Hexagrama 47, “La desazón”, se plantea cómo los obstáculos aparentemente insuperables pueden, si se afrontan con la actitud adecuada, convertirse en impulsores del refinamiento de la personalidad.

“Surgen dificultades, obstáculos que deben superarse y que, sin embargo, con frecuencia resultan insuperables. En este caso el hombre se ve colocado frente a límites que es incapaz de eliminar y cuya superación sólo se hace posible cuando se aceptan. Al reconocerse y aceptarse así las cosas en su necesaria condición de destino, se pierde el hábito de odiar la adversidad. Pues, ¿qué sentido,

qué valor tendría arremeter contra el destino? Y así, en virtud de esta disminución del rencor, el carácter va purificándose y ascendiendo hacia una etapa más alta”

El dejar suceder: el wu wei, amor fati 

El wu wei es un principio taoísta que invita a actuar de manera natural, armoniosa y eficiente, permitiendo que las cosas fluyan con el curso espontáneo de la vida, sin forzarlas.

En el I Ching se menciona al respecto “Si uno sabe adoptar frente al destino una actitud de entrega, encontrará con seguridad la conducción que le corresponde. El noble se deja guiar. No avanza ciegamente, sino que deduce de las circunstancias qué es lo que se espera de él, y obedece este señalamiento del destino”

Si a una planta se le corta el tallo, separándola de la raíz, la savia vital deja de circular y la planta se seca. De manera análoga, Jung sostenía que lo mismo ocurre con el individuo que se distancia de su fuente, de sus deseos más profundos y de aquello que anhela emerger en su interior: “su alma se seca y pierde el sentido de su vida”. 

Por ello, considero fundamental permitir que lo psíquico suceda. Jung describía esta actitud de entrega como un verdadero arte, a menudo incomprendido, ya que la conciencia tiende a intervenir constantemente, corrigiendo, negando o resistiendo los anhelos profundos del alma.

Jung encontró en la perspectiva del wu wei una afinidad con los planteamientos del teólogo alemán Meister Eckhart, quien valoraba la idea de permitir que el Ser interior actúe sin interferencias de la voluntad consciente. Ambas imágenes resonaron con su visión de la psique como un proceso dinámico y en continuo devenir, que se despliega con mayor plenitud cuando se permite el fluir natural de los contenidos inconscientes, sin oponer resistencia ni imponer la voluntad racional. No obstante, Jung no promovía una actitud pasiva ni una identificación ciega con esos contenidos, sino un diálogo activo y consciente con el inconsciente, orientado a favorecer la integración y el equilibrio interior.

En Tipos psicológicos menciona Jung  “Wuwei significa «no-acción», pero no en el sentido de «no hacer nada en absoluto », sino en el más restringido de «no obrar». Nuestro «querer hacer» realidad racionalmente nuestros objetivos, en que se cifran la grandeza y miseria de nuestra propia época, no conduce al Tao. A lo que aspira, pues, la ética taoísta, es a disolver retornando al Tao esa tensión entre los opuestos nacida en el fundamento del mundo

 La diferenciación como condición necesaria para el desarrollo de la consciencia: la individuación como despliegue de totalidad

El desarrollo psíquico, según la psicología junguiana, es un proceso en espiral que implica la construcción de un ego lo suficientemente sólido como para no disolverse en lo inconsciente, pero también abierto al influjo de los arquetipos, es decir, de las pulsiones instintivas que encarnan la sabiduría ancestral de la naturaleza. 

En la etapa inicial del desarrollo de la consciencia , descrita por Neumann como la fase urobórica, no hay diferenciación ni conciencia de los opuestos. El individuo está inmerso en un estado de fusión con la Gran Madre arquetípica, en una participación mística sin subjetividad ni memoria, que evoca el paraíso originario previo al nacimiento del yo.

Con el tiempo, esta fusión va cediendo y comienza a emerger la conciencia como una pequeña isla en el vasto inconsciente. El aspecto oscuro de la madre se constela y activa la conciencia, ya que obliga al yo a diferenciarse para no ser avasallado por lo inconsciente. Así, el miedo o el hastío ante lo que antes nutría impulsan el deseo de cambio, favoreciendo la transición hacia la etapa patriarcal, donde se consolida la individualidad y el ego se fortalece en su capacidad de discernimiento y autonomía.

Para Jung la diferenciación con lo inconsciente es parte de la esencia del ser humano, de su camino,  al que denominó proceso de Individuación. 

En el Libro Rojo : “Las propiedades están en nosotros diferenciadas y separadas unas de otras; por eso no se anulan sino que son efectivas. Por eso somos nosotros la víctima de los pares de opuestos. En nosotros el pleroma está desgarrado las propiedades pertenecen al pleroma y nosotros podemos y debemos poseerlas o vivirlas sólo en nombre y signo de la diferenciación. Nos tenemos que diferenciar de las propiedades. En el pleroma se anulan, en nosotros no. La diferenciación de ellas redime”

Jung advirtió en repetidas ocasiones de los peligros de la identificación con los contenidos de lo inconsciente que pueden conducir a  la inflación del ego, donde la conciencia se ve desbordada por energías arquetípicas que el individuo confunde con su propia identidad. 

En el Libro Rojo “vosotros preguntáis: ¿en qué perjudica no diferenciarse? Si no diferenciamos, nos desviamos de nuestra esencia, de la criatura, y caemos en la indiferenciación, que es la otra propiedad del pleroma. Caemos en el pleroma mismo y renunciamos a ser criatura. Incurrimos en la disolución en la nada. Esto es la muerte de la criatura. Así pues, morimos en la medida en que no diferenciamos. Por eso, la aspiración natural de la criatura se dirige a la diferenciación, a la lucha contra la peligrosa igualdad originaria. A esto se lo denomina principium individuationis”

El Taoísmo enseña que todas las cosas surgen de la unidad indiferenciada (el Tao) y, a través de su manifestación, se polarizan en yin y yang. Esta polarización no implica una ruptura o una oposición radical, sino una diferenciación dinámica y complementaria que permite el despliegue del mundo y de la experiencia. 

En el I Ching se menciona “El cielo posee la misma dirección de movimiento que el fuego, y, sin embargo, se distingue de éste. Así como los cuerpos luminosos del cielo sirven para la partición y estructuración del tiempo, también la sociedad humana y todas las cosas que realmente forman conjuntos, han de estar orgánicamente estructuradas. La comunidad no ha de ser una mezcla de individuos ni una mezcla de cosas —esto sería caos y no comunidad—, sino que requiere una estructurada diversificación si es que ha de conducir al orden”

Del anhelo de perfección al de completud

Jung propuso que el objetivo de la individuación no es llegar a ser perfecto, bueno o luminoso, sino caminar hacia la completud, hacia la totalidad: integrar conscientemente todas las dimensiones de la psique, tanto las luminosas como las sombrías 

En el Libro Rojo se menciona“Cuando aspiramos al bien o a la belleza, olvidamos nuestra esencia, que es diferenciación, y caemos en las propiedades del pleroma que son los pares de opuestos. Nos esforzamos por alcanzar el bien y lo bello, pero a la vez captamos el mal y lo feo, pues en el pleroma son uno con el bien y lo bello. Pero cuando somos fieles a nuestra esencia, a saber, a la diferenciación, entonces nos diferenciamos del bien y de lo bello y por eso también del mal y de lo feo, y no caemos en el pleroma, a saber, en la nada y en la disolución”

En tipos psicológicos mencionó “El Tao es el «recto camino», el imperio de la ley, una vía intermedia, a la vez liberada de los contrarios y operadora de su reconciliación. El sentido de la vida consiste en andar esa vía intermedia y no extraviarse jamás en los opuestos”

La individuación no es individualismo: la comunidad entre las personas como meta de la maduración psíquica

Desde la perspectiva junguiana, la individuación no se entiende como un proceso de aislamiento o egocentrismo, sino como un camino hacia la realización plena del ser que, paradójicamente, abre la puerta a una conexión más profunda con los demás y a una corresponsabilidad consciente con el entorno.

La persona madura  está llamada a contribuir al colectivo desde su singularidad, desde un sentido auténtico y profundo de pertenencia.

En Tipos Psicologicos Jung menciona al respecto “como el individuo no es sólo una entidad singular, sino que su misma existencia presupone la relación con una colectividad, el proceso de individuación no conduce al aislamiento, sino a una cohesión colectiva aún más intensa y universal”

De manera similar, en el taoísmo, se propone que el individuo está en constante interacción con el flujo del Tao, que lo vincula a la totalidad de la naturaleza y a la red invisible que une a todos los seres. 

En ambas perspectivas, el verdadero desarrollo personal no se entiende como un fin en sí mismo, sino como un medio para vivir en armonía con la comunidad y con el cosmos.

En una de las imágenes del I Ching se mencionaLa real comunidad entre los hombres ha de llevarse a cabo sobre la base de una participación cósmica. No son los fines particulares del yo, sino las metas de la humanidad lo que produce una duradera comunidad entre los hombres; por eso está dicho: comunidad con hombres en lo libre tiene éxito. Cuando predomina la unión de este tipo, pueden llevarse a cabo aun las tareas difíciles y peligrosas, como el cruce de las grandes aguas”

Daniel Ulloa Quevedo

Psicólogo Clínico – Psicoterapeuta Junguiano

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Referencias Bibliográficas


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