«En cada adulto se esconde un niño, un niño eterno, algo que siempre está en desarrollo, que nunca se completa y que exige cuidado, atención y educación constantes. Esa es la parte de la personalidad que desea desarrollarse y alcanzar su plenitud”
Carl Jung
Es una imagen recurrente en diversas tradiciones filosóficas y espirituales concebir la existencia humana como un camino de depuración y transformación, en el que lo burdo, primitivo u originario ha de ser trabajado para dar paso a una manifestación más refinada, compleja e integral del ser.
En la alquimia, el refinamiento se expresa en la imagen de la transformación del plomo en oro. En el taoísmo, el refinamiento se entiende como un retorno a la sencillez y la espontaneidad, donde se pule lo rígido o excesivo hasta volverse flexible y claro como el tao primordial.
Los estoicos entendían el refinamiento como el ejercicio constante de la razón y la autodisciplina, a través del cual las pasiones desmedidas se transformaban en serenidad, equilibrio y virtud.
En los presocráticos, el refinamiento se vinculaba con la búsqueda del principio originario (arjé) y con la necesidad de armonizar la vida con ese orden fundamental; por ejemplo, para Heráclito, cultivar el alma significaba afinarla con el logos universal.
Desde la perspectiva de la psicología analítica se plantea que la personalidad transita a lo largo de la vida por un proceso evolutivo de maduración, orientado a la expresión singular y auténtica de nuestro ser, denominado por Jung como individuación.
Se considera que el proceso de maduración de la personalidad implica que las emociones y pulsiones internas, que en su estado infantil se muestran de manera cruda, impulsiva y desbordada, encuentren una expresión cada vez más humana, es decir, mediada por la reflexión, la imaginación y el símbolo.
La tosquedad o caos inicial: lo inconsciente primordial
El I Ching, libro sapiencial de la filosofía china que reúne enseñanzas tanto del taoísmo como del confucianismo —y que Jung interpretó como un lenguaje simbólico del proceso de individuación—, contiene varios pasajes que evocan la imagen arquetípica del refinamiento de la personalidad.
El hexagrama 4, titulado La necedad juvenil, que alude a la inexperiencia y a la inmadurez, relaciona estos aspectos con el caos inicial del que emergen las cosas antes de adquirir forma.
“las cosas recién nacidas se hallan siempre envueltas en aletargada tosquedad. Por eso sigue el signo: La Necedad Juvenil. Pues Necedad Juvenil significa tosquedad juvenil. Es este el estado juvenil de las cosas. Necedad Juvenil significa confusión caótica y subsiguiente iluminación. En el tiempo de comienzo las diversas predisposiciones y cualidades se hallan todavía sin desarrollar y en confusión. Merced a la educación todo se discrimina y la claridad viene a reemplazar la tosquedad”
La diferenciación: no dejarse arrastrar por las emociones para obtener el “oro” arquetípico, espontaneidad no es reactividad
A veces se confunde la espontaneidad o la expresión auténtica de nuestro ser con la reactividad del ego, es decir, con la expresión no reflexiva de emociones, juicios, creencias y opiniones.
La analista Barbara Hannah señala que, para extraer el «oro» de las emociones arraigadas en el instinto y permitir que actúen como promotoras de conciencia, es imprescindible diferenciarnos de ellas, evitando sucumbir a la identificación.
Al respecto, advierte: “Si no puedes hacer esto, eres su presa y te conviertes en un animal salvaje divorciado de la conciencia, simplemente disuelto en el inconsciente”. Cuando se lleva a cabo este trabajo de diferenciación “entonces comienzas a extraer el oro del corazón de tu instinto, y aquí dejas Manipura y entras en Anahata”.
La autora también señala que el anhelo de controlar completamente los instintos es una ilusión. Lo que realmente podemos hacer es “aprender a aceptarlos y a desidentificarnos de ellos y, así, extraer algo del oro de su significado arquetípico”.
En un sentido similar Jung afirmó “la realización y asimilación del instinto nunca tienen lugar en la esfera pulsional” sólo se lleva a cabo “mediante la integración de la imagen que representa y que al mismo tiempo evoca el instinto”
Se sostiene entonces que la realización y asimilación del instinto nunca puede ocurrir en nuestros instintos mismos, porque cuando actuamos o nos hundimos en el reino instintivo, actuamos ciegamente.
Se plantea, entonces, como indispensable para el desarrollo de la individualidad y de la conciencia, el trabajo de diferenciación no solo de las pulsiones y emociones, sino también de los prejuicios, pensamientos e ideologías que nos habitan.
En el Secreto de la Flor de Oro afirma Jung al respecto “Mientras no sea consciente la distinción entre sujeto y objeto, reina la identidad inconsciente. Entonces lo inconsciente es proyectado sobre el objeto, y el objeto introyectado en el sujeto, es decir, psicologizado. Animales y plantas se conducen entonces como hombres, los hombres son simultáneamente animales, y todo está animado con espectros y dioses. El hombre de cultura se cree, claro está, inmensamente elevado por encima de esas cosas. Pero a menudo se halla, durante su vida entera, identificado con los padres, identificado con sus afectos y prejuicios, y afirma del otro, impúdicamente, lo que no quiere ver en sí mismo…. En virtud de esa inconsciencia es afectado mágicamente por incontables hombres, cosas y circunstancias, o sea, incondicionalmente influido; está colmado casi tanto de contenidos perturbadores como el primitivo, y por consiguiente emplea igual cantidad de magia apotropéyica. Pero sus prácticas mágicas no las realiza más con bolsitas medicinales, amuletos y sacrificios animales, sino con remedios para los nervios, neurosis, “ilustración”, cultos de la voluntad, etc”
En el I Ching se menciona “Todo sentimiento del corazón induce a un movimiento. Los muslos corren sin reflexionar hacia aquello a que aspira el corazón; adhieren al corazón al cual siguen. Sin embargo, trasladado a la vida humana, este modo de movilizarse, inmediatamente, en seguimiento del influjo de cualquier capricho, no es lo correcto y si uno actúa constantemen te así lleva a la humillación. Surge de ello un pensamiento triple: no se debe correr sin mayor motivo tras toda persona sobre la cual quisiera uno ejercer influencia; en ciertas condiciones debe uno saber contenerse. Asimismo, no debe uno acceder a todos los caprichos de aquéllos a cuyo servicio está. Y finalmente, no debe desdeñar nunca la posibilidad de refrenar los humores de su propio corazón: una posibilidad en la cual se basa la libertad humana.
El peligro de la inflación
Jung advirtió en repetidas ocasiones de los peligros de la identificación con los contenidos de lo inconsciente que pueden conducir a la inflación del ego, donde la conciencia se ve desbordada por energías arquetípicas que el individuo confunde con su propia identidad.
En el Libro Rojo se menciona “vosotros preguntáis: ¿en qué perjudica no diferenciarse? Si no diferenciamos, nos desviamos de nuestra esencia, de la criatura, y caemos en la indiferenciación, que es la otra propiedad del pleroma. Caemos en el pleroma mismo y renunciamos a ser criatura. Incurrimos en la disolución en la nada. Esto es la muerte de la criatura. Así pues, morimos en la medida en que no diferenciamos. Por eso, la aspiración natural de la criatura se dirige a la diferenciación, a la lucha contra la peligrosa igualdad originaria. A esto se lo denomina principium individuationis”
El Taoísmo enseña que todas las cosas surgen de la unidad indiferenciada (el Tao) y, a través de su manifestación, se polarizan en yin y yang. Esta polarización no implica una ruptura o una oposición radical, sino una diferenciación dinámica y complementaria que permite el despliegue del mundo y de la experiencia.
En el I Ching se menciona “El cielo posee la misma dirección de movimiento que el fuego, y, sin embargo, se distingue de éste. Así como los cuerpos luminosos del cielo sirven para la partición y estructuración del tiempo, también la sociedad humana y todas las cosas que realmente forman conjuntos, han de estar orgánicamente estructuradas. La comunidad no ha de ser una mezcla de individuos ni una mezcla de cosas —esto sería caos y no comunidad—, sino que requiere una estructurada diversificación si es que ha de conducir al orden”
Contención no es represión: el desarrollo del observador interno
Desde la perspectiva junguiana, el proceso de maduración de la personalidad se concibe como un diálogo entre la consciencia y los aspectos inconscientes.
Este diálogo implica el reconocimiento, es decir, el desmantelamiento de la represión, de la marginación de ciertos aspectos no conscientes, lo cual no se traduce en una identificación con ellos ni en una actitud pasiva frente a ellos. En este sentido, es fundamental distinguir entre represión y contención.
La represión es un mecanismo de defensa inconsciente que bloquea pensamientos, emociones o impulsos considerados inaceptables o perturbadores. Desde la perspectiva junguiana, lo reprimido no desaparece, sino que se hunde en el inconsciente, manifestándose de manera distorsionada a través de síntomas neuróticos, proyecciones o reacciones desproporcionadas. Las emociones reprimidas permanecen en su estado primitivo, infantil sin integrarse ni refinarse.
La contención consiste en la no identificación con las emociones, actitudes o creencias relacionadas con el complejo afectivo, permitiendo sostener y canalizar su energía de manera equilibrada, favoreciendo la autorregulación y el desarrollo de la conciencia.
Al respecto Edinger menciona “la capacidad de convertir un complejo inconsciente que lo tiene a uno por la garganta en un objeto de conocimiento es un aspecto extremadamente importante para aumentar la conciencia. Para extender la analogía de Schopenhauer, es como si alguien que luchaba por su vida en la arena fuera transportado mágicamente a la posición de espectador, la realidad desesperada se convierte en una imagen para la contemplación, y el sujeto como «conocedor» es apartado más allá del daño”
La contención permite desarrollar un observador interno, esto es, la capacidad de tomar distancia y comportarse como un espectador reflexivo de la propia dinámica psíquica. Este recurso, que puede cultivarse con la práctica, permite diferenciarse de la emoción sin reprimirla ni dejarse dominar por ella, favoreciendo su integración y transformación.
En el siguiente pasaje del I Ching se señala la necesidad de aplicar la disciplina para forjar el carácter, pero evitando caer en el extremo del amaestramiento que paraliza la energía.
“Al comienzo de la educación debe regir la ley. La inexperiencia de la juventud se inclina, por lo pronto, a tomar las cosas con negligencia y como si se tratara de un juego. Debe enseñársele entonces la seriedad de la vida. Una cierta auto-sujeción obtenida por la fuerza con rígida disciplina, es adecuada. El que sólo juega con la vida nunca llega a buen término. Pero la disciplina no debe degenerar en un ejercicio de amaestramiento. El amaestramiento continuado resulta humillante y paraliza la energía”
La polaridad Puer-Senex
La psicología junguiana pretende favorecer la conjunción de las polaridades complementarias que integran nuestra psique: consciente-inconsciente, luz-oscuridad, femenino-masculino.
La polaridad Puer-Senex es una de las más relevantes y presentes a lo largo de nuestra vida.
En su aspecto luminoso el Senex representa la capacidad de reflexión, las “revelaciones” inesperadas en momentos de gran desconcierto e incertidumbre, las preguntas que nos promueven el movimiento psíquico, la “voz” de la experiencia interna, la disciplina necesaria para conseguir objetivos.
En la mitología se representa como el viejo sabio, como la anciana conocedora de las fuerzas sutiles. En su aspecto negativo es el “temible preparador de venenos”, alude a la codicia, la tiranía, la petrificación. Se le relaciona con Cronos en su aspecto devorador, que impide el surgimiento de la nueva vida.
El Puer por su parte, se relaciona con el arquetipo del Niño Divino, con Hermes. En su aspecto luminoso representa la renovación de la vida, se refiere a la espontaneidad, la creatividad, la búsqueda de trascendencia, la capacidad de asumir riesgos y aventuras, el impulso que nos convoca a las nuevas experiencias, a transformar las estructuras establecidas.
En su aspecto negativo el Puer hace referencia a la impaciencia, la falta de tolerancia a la frustración, la incapacidad para establecer vínculos profundos y duraderos, la dificultad para asumir límites y normas.
El aspecto luminoso de la polaridad Puer-Senex se manifiesta cuando ambos aspectos actúan de manera articulada. La tensión entre lo nuevo y lo viejo permite la construcción de estructuras dinámicas y flexibles en la psique. Nos permite un conocimiento que no pierde la inocencia y la curiosidad. Un entusiasmo que no se desvanece ante las primeras dificultades. Una sabiduría que acoge las paradojas y la incertidumbre. Una fortaleza que no prescinde de las vulnerabilidades. Una adaptación a los requerimientos colectivos sin perder nuestra singularidad.
Cuando nuestro niño interior y nuestro viejo sabio permanecen escindidos, se genera un desequilibrio, un estancamiento. Necesitamos que ambos aspectos actúen de manera conjunta para poder transitar el complejo camino de la vida.
En la niñez y la juventud resulta adecuado que predomine la energía del puer; en la madurez, en cambio, es necesario que prevalezca la energía del senex, pues solo así la vitalidad juvenil encuentra dirección y la sabiduría madura conserva frescura y renovación
En el siguiente pasaje del I Ching se hace alusión a la adecuada conjunción Puer-Senex “En la juventud la necedad no es nada malo. A pesar de todo, puede incluso lograr el éxito. Sólo que es preciso dar con un maestro experto, y enfrentarse con él del modo debido. Para ello hace falta, en primer lugar, que uno mismo advierta su propia inexperiencia y emprenda la búsqueda de un maestro. Únicamente semejante modestia y diligencia acreditarán la necesaria disposición receptiva, que habrá de manifestarse en un devoto reconocimiento hacia el maestro”
Psicólogo Clínico – Psicoterapeuta Junguiano
Referencias bibliográficas
Chevalier, J., & Gheerbrant, A. (1991). Diccionario de los símbolos (3.ª ed.). Barcelona: Herder.
Cirlot, J.-E. (2015). Diccionario de símbolos (4.ª ed.). Madrid: Siruela.
Edinger, E. F. (1995). La Biblia y la psique. Barcelona: Paidós.
Eliade, M. (1968). Mito y realidad. Madrid: Guadarrama.
Hannah, B. (2006). The archetypal symbolism of animals: Lectures given at the C. G. Jung Institute Zurich 1954–1958. Wilmette, IL: Chiron Publications.
Jung, C. G. (1998). Símbolos de transformación. Barcelona: Paidós.
———. (2001). Los complejos y el inconsciente. Barcelona: Alianza Editorial.
———. (2001). Modern man in search of a soul (1.ª ed. 1933). Londres: Routledge.
———. (2011). El Libro Rojo: Liber Novus (S. Shamdasani, Ed.; R. Llaca, Trad.). Ciudad de México: El Hilo de Ariadna / Fondo de Cultura Económica.
———. (2013). La práctica de la psicoterapia. Madrid: Trotta.
———. (2021). Carl Jung en conversaciones con Ostrowski-Sachs (M. R. Delgado, Trad.). Madrid: La Llave.
Jung, C. G., & Wilhelm, R. (2002). El secreto de la flor de oro (F. V. Carles, Trad.). Barcelona: Paidós.
Lao-tse. (2018/2021). Los libros del Tao: Tao Te Ching (I. Preciado Idoeta, Trad.). Madrid: Trotta, colección Pliegos de Oriente.
Stein, M. (2004). El mapa del alma según C. G. Jung (1.ª ed.). Barcelona: Luciérnaga.
Wilhelm, R. (1995). I Ching: El libro de las mutaciones (D. J. Vogelmann, Trad.). Barcelona: Herder.
———. (2022). Para comprender el I Ching (Las conferencias Wilhelm). Barcelona: Traducciones Junguianas.
Zhuangzi. (2016). El libro de Zhuangzi (I. Preciado, Ed. y Trad.). Barcelona: Kairós
