Orishas, el influjo de los dioses: lo arquetípico operante o los ancestros en la psique

Los dioses son favorables y desfavorables, impersonales, almas de las constelaciones, influencias, fuerzas, abuelos de las almas, soberanos en el mundo celestial, tanto en el espacio como en la fuerza. No son ni peligrosos ni benévolos, son fuertes pero flexibles, elucidaciones del pleroma y del eterno vacío, configuraciones de las características eternas.   

Carl Jung en el Libro Rojo

Uno de los conceptos fundamentales y particulares en la psicología junguiana es el de los arquetipos de lo inconsciente colectivo. 

Los arquetipos se proponen como aspectos estructurales de la psique humana, funcionando como mecanismos de autorregulación y promoción del desarrollo psíquico. 

Los arquetipos son entendidos también como contenedores y transmisores de la sabiduría común a toda la humanidad acumulada en millones de años de evolución.  Jung los  consideró como la representación psíquica de los instintos.

Lo arquetípico se experimenta en los individuos, a través de los complejos afectivos, actuando  como los filtros con lo que interpretamos la realidad,   también como las motivaciones internas a vivir ciertas experiencias o fenómenos que hacen parte de la existencia humana  como: el amor, la sabiduría,  el poder, la traición, la muerte, la fertilidad. 

El anhelo de fusionarnos con un otro, el deseo de abandonar la casa de los padres, de construir un hogar, de dejar un legado en el mundo, son aspectos arquetípicos que están presentes en todas las personas y, a través de los complejos afectivos, son teñidos con nuestra propia experiencia personal y las particularidades del contexto en el que nos desenvolvemos. 

Los arquetipos se consideran inefables, inasibles; aluden a lo eterno, al misterio;  los reconocemos e inferimos  por las imágenes que los representan.

Una de las características de los aspectos arquetípicos es que evocan fascinación, misterio o temor. Las culturas ancestrales interpretaron estas fuerzas primordiales que observaron en la naturaleza y  en ellos mismos,  como “voluntad divina”.  Lo que denominamos como  arquetípico ha sido nombrado tradicionalmente  entonces como  dioses o demonios.

Las imágenes  arquetípicas  hacen parte de las mitologías, cuentos populares y expresiones artísticas de todos los pueblos, así como de las fantasías, delirios, alucinaciones y  los sueños de todas las personas.

La mitología como imágenes del acontecer psíquico

En la psicología junguiana, el análisis comparativo de mitologías, cosmogonías y religiones resulta fundamental y pertinente en el intento de comprensión del alma humana. Lo anterior, en la medida que se considera  que  las imágenes mitológicas y artísticas  expresan matices de lo arquetípico, pudiendo ser abordadas como esquemas o prototipos del desarrollo psíquico tanto a nivel individual como colectivo.

Las mitologías y cosmogonías tradicionales nos  aportan luces con respecto a la relación de la psique con lo trascendente, con lo espiritual y lo numinoso, aspectos que para Jung son inherentes a la condición humana. 

En la religión Yoruba, las fuerzas primordiales de la naturaleza que también influyen en los seres humanos son conocidas como Orishas. Diversos aspectos de la manera como se describen los Orishas y su funcionamiento en la cosmogonía Yoruba guarda interesantes correspondencia con respecto a lo que Jung conceptualizó sobre el ámbito de lo arquetípico. 

Religión Yoruba

La religión yoruba es originaria de los pueblos Yoruba, ubicados en África Occidental, específicamente en lo que hoy conocemos como Nigeria y Benín. 

Las raíces de la cultura Yoruba se remontan al menos al siglo V A.C según indican investigaciones arqueológicas;  se les vincula por parte de algunos investigadores con las tradiciones del antiguo Egipto.  Los pueblos Yoruba recibieron influencias  del cristianismo y el islam durante varios siglos de colonización.  

La mitología Yoruba se transmitió principalmente a través de la tradición oral, por medio de relatos narrativos (patakines)  y ceremonias rituales. 

Con el traslado forzoso  de millones de africanos durante el comercio de esclavos entre los siglos XVI y XVIII, muchas de las tradiciones del pueblo  yoruba se extendieron por América y el Caribe, adaptándose a los nuevos contextos y sufriendo procesos de sincretismo con el catolicismo y las prácticas religiosas amerindias.  

La influencia de la mitología yoruba es posible encontrarla en prácticas espirituales sincréticas como el candomblé brasileño, el Vudú de Haití o la Santería cubana.

La santería cubana,  también conocida como  Regla de Osha o Lucumi,  sigue manteniendo una presencia muy significativa en la isla y en los lugares que han acogido emigración cubana.

 Los Orishas: intermediarios con lo divino

De manera similar a muchas tradiciones espirituales, la religión yoruba se centra en la veneración de los ancestros (Egúngún). Aquellos ancestros que son venerados son los que durante su vida desarrollaron una vida ejemplar o buen carácter (Iwa-Pele), como sucede de manera semejante con los santos en el catolicismo. 

Los primeros ancestros  en ser venerados son conocidos como Orishas. Los Orishas pueden entenderse como  emanaciones, intermediarios, “embajadores”,  de una fuerza suprema inefable e incognoscible nombrada como Olodumare.  

Los  Orishas representan   fuerzas de la naturaleza  y divinas que gobiernan diversos aspectos de la vida humana y del universo.  Cada Orisha tiene unos atributos particulares,  un significado y una función específicos en la cosmología yoruba.  

Elegguá por ejemplo, es el mensajero de los dioses, el guardián de los senderos, es el encargado de abrir y cerrar los caminos de la vida, regidor del destino. Es venerado con ofrendas de comida, tabaco y licor,  sus símbolos incluyen llaves y cruces.

Eleguá en el Museo de los Orishas de la Habana

Oshun por su parte  es representada como una mujer hermosa, vestida con telas amarillas o doradas, adornada con joyas y peines de oro, y a menudo sosteniendo un espejo y un abanico. Se le asocia con la sensualidad, la maternidad y el cuidado, así como con la creatividad y la prosperidad. Los devotos le ofrecen miel, flores, frutas y perfumes, y acuden a ella en busca de amor, protección y éxito en los negocios. 

Oshun-Museo de Los Orishas en la Habana

A cada Orisha se le atribuye un ritmo y una danza particular. La danza de Yemayá —divinidad de la fertilidad—, simula el movimiento de las olas, la de Oggún —divinidad de la guerra, los cirujanos y  los herreros—  el corte con el machete. 

Danza de Yemayá- La Habana

La danza se convierte en un rezo, en una oración con el movimiento del cuerpo. En algunos movimientos y figuras de la salsa se pueden intuir aún algunas de estas imágenes.   

Se considera que los Orishas  inciden para que los humanos logren  alcanzar  el objetivo de la autorrealización (ori ire), que puede entenderse como  el despliegue de su destino singular (Ayanmo)

Existen  variaciones sobre las características y atributos de cada  Orisha, como puede suceder en las diferentes versiones de un mismo mito. Estas variaciones son nombradas como los caminos del  Orisha. En un camino un Orisha puede por ejemplo manifestarse como hombre y en otro como mujer o como animal. 

Los intrusos en las psique

Para Jung, el ego, esto es,  la parte de la psique donde reside nuestro sentido de identidad y existencia, es solo un  pequeño fragmento  de la personalidad. La psique se plantea como compuesta por complejos afectivos, esto es,  trozos  de las experiencias vividas,  de nuestra memoria, que tiñen la manera como experimentamos nuestro presente.  

Los complejos actúan como una especie de subpersonalidades, que con cierto grado de autonomía, perturban nuestra conciencia. Jung  los describió  como “los intrusos que hacen que la gente ría cuando no debe, y que llore cuando no debe” y los consideró como los guionistas, actores y escenarios de nuestros sueños. 

De los complejos afectivos hacen parte emociones, actitudes o ideas reprimidas; traumas no resueltos, verdades ocultas  y experiencias que han quedado como suspendidas en el tiempo pero que siguen siendo operantes en la psique.

Los complejos son los responsables también de los patrones repetitivos en nuestra vida, que nos llevan una y otra vez a situaciones que conscientemente quisiéramos evitar. Los complejos son también  la manera como es vivenciado los arquetipos en cada individuo. 

Para Jung “donde comienza el reino de los complejos, la libertad del ego llega a su fin, porque los complejos son agentes psíquicos cuya naturaleza más profunda aún es insondable”.

Podemos llegar a percibir interiormente el influjo de un complejo constelado como si estuviéramos “poseídos” por un genio o un demonio que nos promueve a actuar de una forma particular, en ocasiones con disonancias con nuestra voluntad consciente.

En algunas  culturas tradicionales como la Yoruba, los estados de «posesión» por aspectos que van más allá del ego se interpretan como la influencia de los dioses. Esta influencia puede ser percibida como beneficiosa o perjudicial, y a través de rituales o ceremonias se busca tanto abrirse más a esta influencia como neutralizarla. 

Relacionado con lo anterior, es significativo que en algunas comunidades indígenas,  cuando una persona se enamora y se siente “fascinada” por otra, no busca establecer una relación romántica, sino que acude a un chamán en busca de ayuda para neutralizar ese estado de «posesión» que le dificulta y perturba su vida diaria.  En un entorno selvático, es crucial para ellos mantenerse centrados y perceptivos a las señales del entorno, lo cual se ve obstaculizado por el estado de enamoramiento. 

El culto a los ancestros

El vínculo espiritual con los ancestros que hace parte de la religiosidad Yoruba se encuentra muy presente en diversas tradiciones culturales. 

Desde el paradigma científico contemporáneo, que moldea nuestras percepciones,  se resalta y se explora los aspectos genéticos como condicionantes de las características y  enfermedades de los individuos. 

Jung, por su parte, luego de trabajar en su propio cuadro genealógico, le pareció de manera evidente que todas las personas nos encontramos  bajo la influencia de los interrogantes que quedaron sin respuesta para nuestros padres y abuelos. 

 En su autobiografía menciona “muchas veces me pareció que en una familia existía un karma impersonal que se transmitía de padres a hijos. Me lo pareció siempre, como si hubiera de dar respuesta a cuestiones que se plantearon a mis antepasados, sin que ellos pudieran responderlas, o como si debiera terminar o proseguir cosas que el pasado dejó inconclusas” 

Plantea  además que tanto nuestra psique como nuestro cuerpo se componen de elementos que estuvieron ya presentes en nuestros antepasados: “Lo nuevo en el alma individual es la recombinación variada hasta el infinito de los ancestrales componentes, cuerpo y alma tienen por ello un carácter eminentemente histórico y no hallan en lo nuevo, en lo recién nacido la adecuada morada, es decir, los rasgos ancestrales se encuentran en el propio hogar sólo en parte” 

Propone como pertinente la exploración sobre las búsquedas, anhelos, y aspectos pendientes de nuestros antecesores “Cuanto menos comprendamos lo que buscaron nuestros padres y antecesores, tanto menos nos comprendemos a nosotros mismos, y contribuimos con todas nuestras fuerzas a acrecentar la carencia de arraigo e instintos del individuo…y así permanecemos en las tinieblas sin vislumbrar si el mundo de los antepasados participa con bienestar ancestral en nuestra vida, o a la inversa, si se aparta de ella con aversión. Nuestra tranquilidad y satisfacción internas dependen en gran medida de si la familia histórica, personificada por el individuo, concuerda o no con las condiciones efímeras de nuestro presente.”

En su obra Psicología y Alquímia manifestó “las almas de los antepasados ​​(factores potenciales, cualidades, talentos, posibilidades, etc., que hemos heredado de todas las líneas de nuestra ascendencia) están esperando en el inconsciente y están listas en cualquier momento para comenzar un nuevo crecimiento”

Los ancestros como habitantes del inframundo, del mundo de los sueños. 

Uno de los  creadores de la psicología arquetipal,  el analista norteamericano James Hillman, plantea que las imágenes de nuestros familiares en nuestros sueños, representan, habitantes del  inframundo, del paisaje onírico, del mundo de los muertos, de lo inconsciente : “Cuando más sueño con mi padre y mi madre, mi hermano y mi hermana…van dejando de ser solamente esas personas que percibo en mi naturalismo ingenuo y literal, y se van convirtiendo en habitantes psíquicos del inframundo… la familia pasa se ser esas personas concretas a los que me resisto y debo aceptar, para convertirse en antepasados vivos, fantasmas o sombras, cuyos rasgos recorren mi sangre psíquica.. a través de su presencia en los sueños”

Hillman se pregunta qué “quiere la psique” con el eterno retorno en nuestros sueños de los personajes con los que que mantuvimos alguna clase de vínculo “noche tras noche, esos rostros a los que dijimos adiós” como por ejemplo viejos amantes, ex parejas, familiares fallecidos “vuelven para pedirnos algo más”.  


Ante su cuestionamiento propone que “tal vez exista un trabajo que tiene lugar en los sueños, una prolongada cocción de restos resistentes, una disolución de la carne sólida de personas recordadas hasta convertirla en ..sombras de sí mismos, para que puedan partir, libres de ataduras, y nosotros podamos vivir en su presencia sin sentirnos oprimidos por su vida” Considera que dichas imágenes son algo más que complejos por resolver como se suele considerar desde la perspectiva junguiana, “son también sustancias emocionales en proceso de “hacerse alma”.

Los sueños tienen una gran importancia en la religión yoruba ya que se consideran mensajes divinos. A través de los sueños, se cree que los orishas pueden transmitir advertencias, brindar orientación espiritual y establecer una conexión más estrecha con sus seguidores.

 Honrando nuestros aspectos interiores

Para la Religión Yoruba es imprescindible mantener una buena relación con los Orishas, especialmente con aquel Orisha que  funge de espíritu tutelar o de ángel guardián, cómo dicho aspecto es nombrado en la santería. 

Este orisha principal incide de manera más predominante en el carácter y destino de cada persona.  Se realizan ceremonias, danzas  y rituales para atender las demandas de los Orishas, para  obtener sus bendiciones o neutralizar las malas influencias.  

En la psicoterapia junguiana se propone como pertinente  el reconocimiento de la ecuación singular arquetípica que nos habita, del mito personal que nos atraviesa. 

El reconocimiento de los guiños de nuestro “daimon interior”, como lo nombra James Hillman,  nos permite colaborar de manera consciente con aquello que está buscando desplegarse en nuestra psique. Nos permite darle lugar a la  vida no vivida que busca realización. 

Para Jung cada arquetipo alude a una experiencia, a un fenómeno, a un tránsito necesario para el desarrollo de la consciencia, para el desarrollo integral de la personalidad o autorrealización nombrada por Jung como individuación.

Desde la perspectiva junguiana la salud mental está relacionada con el reconocimiento, asimilación e integración de las diferentes “voluntades” que nos habitan, esto es,  con la ecuación arquetípica que nos atraviesa. El no reconocimiento o desatención de nuestros aspecto internos se considera fuente de estancamiento o desequilibrio. 

El proceso de asimilación de lo arquetípico implica que el ego se asuma como una especie de encargado, de administrador de aspectos que le trascienden, a los que le es necesario tener en cuenta y con los que les es necesario mediar.

En el Libro Rojo, manuscrito  ilustrado en el que Jung trabajo por 30 años, y en el que plasmo su propio dialogo con las imágenes de su inconsciente escribió:

“los espíritus de aquellos que murieron antes de tiempo vivirán, por el bien de nuestra presente incompletitud, en las cuerdas oscuras de las vigas de nuestras casas y suplicarán a nuestros oídos con urgentes lamentos, hasta que les concedamos la redención mediante la restauración de lo que ha existido desde entonces. tiempos antiguos bajo el imperio del amor..Lo que llamamos tentación es la exigencia de los Muertos que fallecieron prematuramente e incompletos por la culpa del bien y de la ley. Porque ningún bien es tan completo que no pueda hacerle justicia y romper lo que no debe romperse»

Daniel Ulloa Quevedo

Psicólogo Clínico – Psicoterapeuta Junguiano

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Referencias Bibliográficas

Cabrera, Lydia (2019). El Monte. Barcelona: Editorial Linkgua USA.

Jung, C. G. (1982). Energética psíquica y esencia del sueño. Barcelona: Paidós.

Jung, C. G. (1990). Las relaciones entre el Yo y el Inconsciente. Barcelona: Editorial Paidós.

Jung, C. G. (1991). Arquetipos e Inconsciente Colectivo. Barcelona: Editorial Paidós

Jung, C. G. (2020). El libro rojo. Argentina: El Hilo de Ariadna.

Jung, C. G. (2001). Los complejos y el inconsciente. Barcelona: Alianza Editorial

Jung, Carl Gustav, and Jorge Navarro Pérez. 2009. La vida simbólica: escritos diversos. Madrid: Trotta.

JUNG, CARL GUSTAV. 2005. O.C. JUNG 12 Psicologia Y Alquimia. [S.l.]: EDITORIAL TROTTA, S A.

Gómez, Rogelio 2021. Pataquines Y Fundamentos de Ifá. Ink It.

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Hillman J. El Sueño Y El Inframundo. Barcelona: Paidós; 2004

King, Charles Spencer. IFA Y Los Orishas: La Religión Antigua De La Naturaleza Edición de Kindle. 

Schierloh, Melina  2017. “Cultos Afroamericanos: Dioses, Orishas, Santería Y Vudú. Editores: José I. Urquijo Valdivieso Y Tomás Calvo Buezas. 

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