“El espíritu de las profundidades ha subyugado todo orgullo y arrogancia al poder del juicio. Me quitó la creencia en la ciencia, me robó el gozo de explicar y ordenar las cosas, y dejó morir en mí la devoción a los ideales de esta época”
Carl Jung en el Libro Rojo
Un visitante frecuente en nuestros sueños es el personaje del ladrón así como son habituales las situaciones oníricas en la que se nos roba algo valioso. Este tipo de sueños suelen estar cargados de angustia o preocupación.
Desde la perspectiva de la psicología junguiana los sueños expresan, a través de un lenguaje simbólico y metafórico, el movimiento de transformación y complejización de nuestra psique. Esta dinámica evolutiva de nuestra personalidad fue denominada por Jung como proceso de individuación.
Las circunstancias que transitamos en los sueños se consideran entonces experiencias simbólicas emocionales que están promoviendo la maduración de nuestra personalidad. En este mismo sentido, los personajes que nos visitan en los sueños se consideran colaboradores necesarios para el despliegue paulatino de nuestro ser cada vez con mayores dosis de complejidad e integralidad.
Lo arquetípico
Los personajes y situaciones recurrentes en las historias y mitologías de todo el mundo, que emergen en todo tiempo lugar, se consideran arquetípicos, esto es, la expresión de símbolos primordiales que residen en lo inconsciente colectivo y reflejan aspectos fundamentales de la experiencia humana.
Las imágenes arquetípicas representan conceptos y valores fundamentales, como el héroe valiente, la madre protectora, el sabio mentor o el villano malvado. Estas imágenes encapsulan aspectos comunes de la condición humana y nos ayudan a comprender y dar sentido a nuestra experiencia en el mundo. Las imágenes arquetípicas varían en cada cultura y época, sin embargo, subyacente a ellas, es posible intuir los arquetipos que se consideran inefables, universales e invariables.
Para la psicología junguiana los arquetipos pueden considerarse como correlatos psíquicos de los instintos biológicos funcionando como mecanismos de autorregulación y promoción del desarrollo psíquico.
El ladrón como imagen arquetípica
El ladrón es un personaje que contiene una rica simbología y ha sido utilizado en la literatura, el cine, la música y la cultura popular para representar diferentes ideas y conceptos.
En algunas historias el ladrón se presenta como un villano, que roba a los inocentes y causa daño y sufrimiento, asociándose entonces con la ilegalidad, el engaño y la maldad .
En otras historias, sin embargo, el ladrón se convierte en un héroe que roba a los ricos para ayudar a los pobres y así luchar contra la opresión y la injusticia. Se le relaciona en este sentido con la astucia o la inteligencia, y es admirado por su habilidad para engañar o burlar a sus enemigos.
El ladrón o el pícaro puede considerarse una imagen arquetípica en tanto representa un patrón o modelo universalmente reconocido que trasciende las particularidades individuales y se repite en diversas culturas y épocas.
Una de las cualidades de las imágenes arquetípicas es que resultan atractivas a la psique y la conmueven. Lo arquetípico provoca fascinación e identificación. El personaje del pícaro es protagonista por ejemplo de las novelas y películas sobre “narcos” que están siendo bastante populares desde hace algunos años.
En algunas culturas o comunidades las cualidades del pícaro pueden estar más valoradas de manera consciente mientras que en otras pueden hacer más parte de lo rechazado socialmente.
El ladrón y el robo en tanto imágenes arquetípicas cumple entonces una función al interior de nuestra psique. Como todos los arquetipos, contiene aspectos luminosos y oscuros que pueden ser intuidos en las circunstancias de nuestros sueños.
El robo cómo el llamado a la aventura
La narración mítica del viaje del héroe, que se encuentra en la estructura de muchas historias antiguas y contemporáneas (nacimiento humilde y milagroso, llamado a una misión, pruebas, encuentro con aliados y adversarios, lucha contra el mal, descenso a los infiernos, encuentro del tesoro) es para Jung, una manifestación simbólica del proceso de individuación, esto es, del despliegue de nuestra vocación, del aporte singular al mundo al que estamos convocados.
El mitólogo Joseph Campbell que describió con minuciosidad los diferentes hitos en el mito del héroe nombró la primera etapa como el llamado a la aventura. En esta etapa se suceden las circunstancias que le impiden al héroe o la heroína continuar su vida en el mundo ordinario de lo ya conocido y se le convoca a dar comienzo a su viaje heroico de transformación.
Hay historias en las que el llamado a la aventura se expresa como una situación en la que al protagonista se le roba o arrebata algo preciado, y esto le conduce a emprender una travesía para recuperarlo.
En otras historias la motivación para la aventura es un tesoro o un botín que los protagonistas anhelan obtener en ocasiones mediante un robo o un rapto. El botín representa el “santo grial”, el objeto que representa la “plena felicidad”, la “inmortalidad”.
Los sueños de robo pueden ser una de las maneras como la psique expresa la convocatoria a lo que se ha popularizado como “salir de la zona de confort”. Esto es, a abandonar el refugio seguro pero limitante de las identificaciones o perspectivas que ya no corresponden a nuestro momento vital.
El robo como síntoma
El robo en nuestros sueños puede ser entonces en ocasiones abordado como un síntoma, esto es, como un aspecto que viene a romper con la estabilidad ya alcanzada de la psique, promoviendo así, la integración de aspectos excluidos o no desplegados.
Para la psicología junguiana los síntomas psíquicos (depresión, ansiedad, fobias) son portadores de un mensaje, de un contenido simbólico que puede llegar a ser descifrado. El ladrón en nuestros sueños se comporta como el mítico Hermes o Mercurio, un guía, un mensajero, un ladrón que nos roba la tranquilidad, un puente entre lo consciente y lo inconsciente, un elemento interno que exige un intercambio, un tributo; un factor que nos da y que también nos despoja de algo.
El ladrón como Hermes
Es posible entonces relacionar arquetípicamente la imagen del ladrón con Hermes, que en la mitología griega fue considerado la divinidad de los ladrones y los comerciantes. Según algunos relatos Hermes robó el ganado sagrado de Apolo cuando era un niño lo que le permitió demostrar su astucia y habilidad para el engaño.
A Hermes se le atribuye la capacidad de moverse tanto por el inframundo como en el olimpo. También se le considera un guía de los seres en los cambios de estado. Se le relaciona con la facultad de la psique para interpretar el ámbito de lo simbólico.
Hermes es considerado el mensajero de los dioses, su habilidad para el engaño y el robo era vista como necesaria para cumplir con sus responsabilidades y mantener el equilibrio entre los dioses y los hombres. Se relaciona también con la diplomacia, la comunicación, la traducción y la mediación.
El ladrón en nuestros sueños puede funcionar entonces en ocasiones como un mediador entre diferentes ámbitos de nuestra psique. Como un acompañante y guía en el territorio no explorado del mundo subterráneo de lo inconsciente, del inframundo; del ámbito donde habitan nuestros aspectos marginales y excluidos; de la sombra, de la vida no vivida.
El ladrón onírico puede representar también la capacidad de adaptación a condiciones adversas; la astucia para mimetizarse y para descifrar el significado del mundo sutil, de lo no evidente.
El ladrón como Trickster
El ladrón puede asociarse también a la imagen del Trickster que es un personaje frecuente en la mitología y la cultura popular. Se personifica en la figura del estafador astuto o el burlador. A menudo se le retrata como un personaje divertido y malicioso, que hace trucos y engaños para lograr sus objetivos.
El Trickster puede tomar muchas formas en diferentes culturas, como el zorro astuto en la mitología japonesa, el dios nórdico Loki, el coyote en la mitología de los pueblos indígenas de América del Norte o el Joker de los cómics de Batman.
Jung veía al Trickster como una figura compleja y polifacética, que podía ser tanto positiva como negativa en su influencia en la psique humana. En algunas culturas, el Trickster se veía como una figura divina que traía la creatividad y la innovación, mientras que en otras culturas se le consideraba como una figura peligrosa y maléfica que podía causar daño.
Desde la perspectiva junguiana, el arquetipo trickster representa un aspecto de la sombra, es decir, aquellos aspectos de la personalidad que están ocultos en el inconsciente y se resisten a ser domesticados o controlados por las normas sociales. Estos aspectos pueden ser vistos como negativos o inaceptables, sin embargo, Jung también reconoció que el arquetipo trickster puede tener un lado positivo y creativo, ya que puede ser visto como un agente de cambio y transformación.
El Trickster puede considerarse entonces como un símbolo de transgresión y subversión. Desafiando las convenciones sociales la influencia del Trickster permite que surjan nuevas formas de pensamiento y comportamiento.
El ladrón en nuestros sueños puede ser visto entonces como un catalizador para la innovación y el desarrollo de nuestra personalidad por caminos no convencionales. Bajo su influencia podemos desplegar la astucia y la imaginación para crear estrategías que trascienden lo superficial o lo evidente.
El ladrón es el intruso, el huésped no invitado, que viene a desestabilizar nuestro modos de ser para darle cabida a perspectivas y actitudes que no han sido suficientemente desplegadas.
El robo como ampliación de consciencia
En muchas historias, la figura del héroe o la heroína comete robos que le permiten acceder a conocimientos o recursos que antes le estaban vedados. El robo simboliza la transgresión y el desafío de normativas o creencias limitantes, lo que permite explorar nuevas posibilidades de ser, nuevas perspectivas o puntos de vista más complejos o profundos.
El robo simbólico puede verse como una forma de expandir la conciencia. Cuando robamos algo, estamos apropiándonos de algo ajeno, que no nos pertenece.
El robo puede verse entonces como una forma de incorporar algo nuevo a nuestra propia psique. Lo que robamos puede representar algo de lo que carecemos o que necesitamos desarrollar y que implica la transgresión de una norma, la desobediencia de una prohibición. El ladrón tiene la capacidad de apropiarse de algo que en principio le resulta ajeno para poder integrarlo y asimilarlo.
En muchas historias míticas, la necesidad de integrar aspectos aún no desplegados en la psique, se representa como el llamado del héroe a una aventura a un territorio prohibido.
Para ingresar a este territorio es necesario transgredir el mandato de alguna autoridad. Para Jung en este mismo sentido, desde el punto de vista de la psicología individual, no es es posible desplegar una vida creativa y auténtica sin la transgresión de una norma, un tabú o un mandato
El robo como transgresión
Son diversos entonces los ejemplos de robos simbólicos en la mitología que brindan el acceso a un conocimiento y que son el preludio necesario para una ampliación de la consciencia.
En la mitología griega Prometeo robó el fuego de los dioses y lo puso a disposición de los humanos. El fuego es símbolo de luz, de consciencia, de conocimiento. A través de este robo Prometeo le brindó a la humanidad las herramientas que necesita para crecer, para desarrollar su autonomía e individualidad.
Según la narración bíblica, Adán y Eva vivían en el jardín del Edén y tenían prohibido comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. Sin embargo, tentados por la serpiente, decidieron comer del fruto prohibido, fueron expulsados del paraíso, esto es de la inconsciencia primordial y con ello ganaron la conciencia del bien y el mal, de la luz y la oscuridad, de las polaridades que nos habitan.
En la mitología nórdica, Loki es un Trickster que roba el martillo mágico de Thor y la manzana de la juventud de la diosa Idunn. En ambas ocasiones, Loki desafía las normas y los límites establecidos por los dioses y consigue acceder a conocimientos y recursos que antes estaban fuera de su alcance.
Cuando un ladrón visita nuestros sueños se nos puede estar invitando quizás a romper un mandato o un límite que resulta inadecuado para poder desplegar los potenciales de nuestra personalidad. Necesitamos traspasar las falsas fronteras o limitaciones que hemos interiorizado y que están impidiendo el desarrollo profundo de nuestro ser.
El robo puede simbolizar también la experiencia necesaria de la pérdida o el abandono de vínculos, apegos o comportamientos que resultan inadecuados para nuestro bienestar.
El ladrón interno nos puede proporcionar quizás la habilidad y la astucia para evadir a los policías internos que se resisten al cambio y que sostienen un sistema que necesita ser transformado o flexibilizado. El ladrón también puede representar la parte de nosotros mismos que está dispuesta a correr riesgos y desafiar normativas inapropiadas o injustas.
El robo como iniciación
Relacionado con lo anterior en algunas culturas y tradiciones, el robo o el acto de tomar algo sin permiso puede considerarse como parte de un rito de paso o iniciación. Estos rituales suelen tener el propósito de marcar la transición de un estado a otro, como la entrada a la edad adulta o la incorporación a un grupo o comunidad.
En este contexto, el robo puede simbolizar una prueba de valentía, habilidad o astucia que el individuo debe superar para demostrar su madurez o pertenencia al grupo.
En un sueño robo podemos estar experimentando la iniciación, el despliegue de la capacidad de transgredir, de transitar por ámbitos no convencionales. También si somos robados perdemos algo de inocencia y desplegamos oscuridad, profundidad.
Tanto en la acción de robar o de ser robados pueden constituirse en un antes y un después para nuestra personalidad. Hay estafas por ejemplo en las que caemos y se espera que no volvamos a caer por lo menos de la misma manera. Son experiencias que dejan huella.
El robo como pérdida necesaria
Para Jung el desarrollo de la personalidad no sigue un curso lineal sino más bien se corresponde a la imagen de un espiral ascendente constituido por etapas que presentan aspectos cualitativamente distintos a las que le preceden.
A cada etapa de nuestro ciclo vital le corresponden una serie de identificaciones, creencias y puntos de vista a las que nos aferramos como fuente de seguridad y referente de identidad. En cierto momento, dichas identificaciones y actitudes, que son algunos de los componentes de nuestro ego, comienzan a resultar insuficientes para responder a las condiciones novedosas que van emergiendo en el transcurso de la vida, tanto a nivel interno como externo.
Se nos exige entonces el despliegue de nuevas actitudes y para que éstas emerjan es necesario el desprendimiento de aquellas actitudes y perspectivas que han dejado de ser apropiadas o adaptativas. Este desprendimiento es percibido por el ego como un desgarramiento, como un robo, como la experiencia de ser despojado de algo que teníamos en alta estima.
El robo en nuestros sueños nos permite experimentar entonces la experiencia de la pérdida que crea el vacío necesario para el despliegue de las actitudes y potenciales aún no desarrollados.
En el ámbito de lo simbólico una pérdida o un robo entonces es lo que posibilita el acceso a la renovación, a la actualización de aquello que ya resulta insuficiente o que está desactualizado o caduco.
Jung en este sentido resalta como en la mayoría de ocasiones el despliegue de nuestros potenciales y la maduración de nuestra personalidad no se produce como consecuencia de la voluntad de nuestro ego sino que son el resultado de una exigencia bien sea de las circunstancias exteriores o interiores del individuo.
La experiencia de la pérdida nos expone a un conflicto que al ego le resulta imposible de resolver con los recursos adquiridos anteriormente, con sus respuestas habituales.
El ego puede entonces sentir que está siendo «robado» de su control y estabilidad emocional. A medida que se enfrenta a aspectos desconocidos de la personalidad y comienza a cuestionar sus propias creencias y valores, experimenta un caos en el que se encuentra la semilla de un nuevo orden que incluye perspectivas no contempladas, actitudes no desarrolladas.
La experiencia de la pérdida nos permite también despojarnos de lo superfluo, ser consciente de las acumulaciones innecesarias y darnos cuenta de que quizás algo que consideramos imprescindible no era tan fundamental. En este sentido nos permite actualizar nuestras prioridades y valores. Es una experiencia movilizadora de maduración.
El robo como sacrificio
La aceptación de la pérdida está relacionada con la etapa del viaje de transformación en la que el héroe renuncia o sacrifica algún interés egoico o infantil para obtener algo de mayor profundidad y trascendencia.
En términos junguianos pasamos de estar focalizados en la necesidad de seguridad, reconocimiento y placer inmediato de nuestro ego infantil, a escuchar y responder los requerimientos de nuestra naturaleza más profunda, de lo inconsciente arquetípico que nos está promoviendo de manera constante a madurar, a asumir los responsabilidades y compromisos a los que se nos va convocando a lo largo de la vida.
Como parte del proceso de maduración de nuestra personalidad es necesario ir asumiendo renuncias y haciendo duelos que nos permitan acceder a nuevas perspectivas.
Los sueños de robo pueden aludir entonces al proceso de aceptación de un sacrificio de algún aspecto de nuestro ego que necesita ser dejado atrás en pos de un bien superior, esto es, de la realización profunda de nuestros ser.
El robo como compensación
Se considera que en el interior de psique opera un arquetipo central denominado el Sí Mismo o Self que incide y coordina los mecanismos que promueven la autorregulación, el crecimiento y maduración de la personalidad.
La imagen del Sí Mismo guarda relación con la noción del Tao oriental. Se puede entender también la expresión de la sabiduría del universo y la naturaleza en cada individuo.
El Sí Mismo actúa como el factor desencadenante de las crisis que atravesamos a lo largo de la vida y que nos corrigen y compensan las unilateralidades e identificaciones parciales de nuestro ego. El Sí Mismo nos conduce a desarrollarnos de manera integral, tendiendo hacia el mayor despliegue de nuestros potenciales singulares.
En el Libro Rojo Jung describe la experiencia de ser despojado por parte del espíritu de la profundidad o del Sí Mismo, de la creencia de que la razón y el pensamiento, de que lo visible y lo empírico eran los únicos aspectos válidos de la existencia.
El espíritu de la profundidades le robó la confianza en la voluntad de su ego para conseguir todos sus objetivos. Le exigió entonces el sacrificio de algunas de sus perspectivas y la apertura al ámbito de lo simbólico, de lo paradójico, de lo relativo, de lo intuitivo.
El robo en nuestro sueños puede ser entonces una experiencia de compensación de una unilateralidad. Al estar demasiado identificados o parcializados con respecto a un punto de vista, una actitud o una función psíquica, este aspecto puede entrar en crisis para darle cabida a algún aspecto excluido o desatendido. El ladrón puede ser entonces uno de los ropajes que utiliza el Sí mismo para promover la autorregulación interna, la salida de una visión parcial o estrecha.
Las crisis promueven la actualización de nuestra personalidad muriendo en aspectos que resultan inapropiados para la nueva etapa.
Colaboración o resistencia
En nuestra psique habita una tendencia que nos incita a la progresión y al cambio, y otra igualmente poderosa que procura preservar la posición e identidad ya alcanzada. Esta última se expresa como miedo a lo desconocido y como una resistencia a la transformación.
La resistencia a la transformación también puede estar relacionada con la animadversión para enfrentar aspectos incómodos y dolorosos de uno mismo El ego puede resistirse entonces a las convocatorias del Sí Mismo hacía la transformación mediante la negación o la evasión.
Uno de los objetivos que se propone la psicoterapia junguiana es la de promover la colaboración y la participación activa de nuestro ego en el proceso de individuación. Lo anterior supone el cultivo de una actitud exploración interna, autorreflexión, así como la disposición para confrontar con los aspectos inconscientes de la psique.
El nivel de resistencia del ego a la transformación puede expresarse en ocasiones como el nivel de forcejeo o violencia en la situación de robo en nuestros sueños. En ocasiones el robo consiste en un engaño o en una estafa, en otros casi que colaboramos para que se nos despoje de determinado objeto. Sin embargo hay sueños en los que se nos arrebata con un mayor o menor grado de violencia lo que pueden indicar el nivel de intensidad de nuestras resistencias.
Para la psicología junguiana es posible diferenciar el sufrimiento transformador y promotor de maduración que sobreviene al exponernos a las situaciones complejas y en ocasiones dolorosas que hacen parte de la existencia. Distinto del sufrimiento neurótico que sobreviene cuando el ego se resiste a asumir las actitudes, compromisos y perspectivas que le corresponden en cada momento de su ciclo vital.
El objeto robado
Las particularidades del objeto que se nos roba nos puede orientar sobre el ámbito de la psique que se encuentra en proceso de renovación. Son comunes , por ejemplo, los sueños en los que se nos roba, se nos pierde o estropea, el celular, el computador portátil o la tablet
Tanto el celular o el computador portátil resultan imágenes apropiadas para representar aspectos de nuestro ego. Son objetos en los que cargamos nuestra memorias o recuerdos, nuestra manera de procesar la realidad, el modo en que nos comunicamos. El robo de estos objetos nos pueden indicar la necesaria actualización o renovación de estos ámbitos en nuestra psique.
El teléfono celular puede representar también nuestra conexión con lo que nos rodea. Es una forma de mantenernos conectados con nuestros amigos, familiares y trabajo. Cuando nos roban el teléfono celular, podemos vivirlo como que hemos perdido nuestra conexión con el mundo. Puede indicar quizás un movimiento de la psique hacia vínculos más profundos o significativos en compensación a la hiper virtualidad preponderante. Nos permite reflexionar también sobre la manera como nos estamos relacionando con la tecnología.
Es importante tener en cuenta que el significado de los sueños desde la perspectiva junguiana es altamente personal y subjetivo. La interpretación requiere indagar sobre el contexto de vida del soñante, las asociaciones personales sobre las situaciones, personajes y elementos del sueño, así como las emociones experimentadas.
El ladrón como depredador de la psique
El ladrón y los robos en los apartados anteriores aludían mayormente a la exposición incómoda para el ego de una experiencia transformadora, promotora de crecimiento y maduración. Sin embargo el ladrón puede representar no solo el despojo de algo que promueve la actualización del ego sino un aspecto depredador de la psique, esto es, factores internos que merman la energía, la confianza, el sentimiento de valía propia.
El ladrón en los sueños puede aludir a las voces internas hiper críticas que sabotean y roban la posibilidad de expresarnos de manera creativa. El ladrón puede ser también la fuga de nuestra energía en conductas autodestructivas o en adicciones.
La negatividad constante o sentimientos de culpa abrumadores son también aspectos que nos despojan de vitalidad y de autonomía en nuestras acciones.
En estos casos los sueños de robo nos permiten ser conscientes de aquellos aspectos que nos están generando pérdidas en nuestra vitalidad, creatividad o autonomía, y nos puede orientar en estrategias para hacerle frente a esas pérdidas, para desplegar nuestros policías internos que pueden mantener a raya los aspectos de la psique a los que es necesario contener o neutralizar.
Preguntas orientadores para la interpretación de un sueño de robo
- ¿Cuál es el contexto emocional del sueño? ¿Te sentiste amenazado, ansioso, enojado o impotente durante el sueño? Las emociones pueden proporcionar pistas sobre los aspectos inconscientes involucrados en el sueño.
- ¿Cómo te sentiste al ser víctima de un robo en el sueño? El robo de un objeto personal, como un celular, puede implicar una pérdida de control, vulnerabilidad o invasión de la privacidad. Reflexiona sobre tus sentimientos y la importancia personal que le atribuyes a ese objeto.
- ¿Has experimentado situaciones similares de pérdida, robo o invasión en tu vida diaria reciente o en el pasado? Reflexiona sobre cualquier experiencia personal relacionada que pueda estar conectada con el sueño
- ¿El objeto robado tiene algún valor simbólico para ti más allá de su función práctica? ¿Representa la conexión con otras personas, la comunicación, la autonomía personal? Considera si el robo podría simbolizar una pérdida o amenaza relacionada con esos aspectos de tu vida.
- ¿Quién o qué podría representar el ladrón en tu sueño? Intenta identificar si hay alguna figura o aspecto de ti mismo que pueda estar asociado con el robo.
- ¿Qué otras imágenes o eventos ocurrieron en el sueño? Explora los detalles adicionales, como la ubicación del robo, las personas involucradas, las acciones que llevaste a cabo antes o después del incidente. Estos elementos pueden proporcionar pistas sobre los temas y conflictos subyacentes que el sueño está abordando o brindar estrategias o recursos para abordar el conflicto.
- ¿Qué sensaciones o pensamientos surgieron después de despertar del sueño? Reflexiona sobre las impresiones inmediatas que tuviste al despertar. Los sentimientos, las asociaciones y las ideas que surgen pueden proporcionar una comprensión más profunda del mensaje del sueño.
Para la psicología junguiana es más en una serie de sueños que en un sueño aislado que es posible acceder a la dinámica de la psique. Si hay una serie de sueños con la temática de robo resulta interesante reconocer las variaciones en los personajes, en la situación, en las emociones.
Daniel Ulloa Quevedo
Psicólogo Clínico – Psicoterapeuta Junguiano
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