La investigación sobre lo oculto
El profundo interés por la comprensión del psiquismo humano permitió que el creador de la psicología analítica, el psiquiatra suizo Carl Jung (1875-1961), arriesgara su prestigio como científico investigando temas usualmente contemplados por sus colegas como simples supersticiones o delirios sin sentido.
En su dilatada obra es posible encontrar escritos sobre el avistamiento de ovnis, el contacto con alienígenas o acerca de comunicaciones con espíritus o entidades milagrosas. Dichos fenómenos fueron para Jung objeto de análisis desde una perspectiva psicológica, esto es, procurando desentrañar sus significaciones simbólicas y anímicas, sin tomar partido sobre su existencia o no en la realidad fáctica.
Jung no especuló entonces acerca de la naturaleza real o imaginaria de alienígenas o espíritus, sin embargo, el hecho de que los testimonios relacionados con estos sucesos se presentaran en diversos lugares y tiempos, lo indujo a pensar que tenían una significación psicológica que ameritaba ser investigada.
El Inconsciente colectivo y los Arquetipos
Las historias de dioses, ángeles, duendes y hadas han hecho parte del folklor y la imaginería de la humanidad desde sus inicios. Para Jung, la similitud de los motivos y personajes que es posible identificar en estas historias no se puede aducir en todos los casos a un contacto directo o indirecto entre los pueblos que las produjeron. Se percató además, de que dichos motivos y símbolos emergen en ocasiones de manera espontánea en los sueños de personas que no poseían conocimientos en folklore o mitología, así como en los delirios y alucinaciones psicóticas.
Esto lo indujo a plantear que dichos personajes y motivos típicos, a los que denominó arquetipos, emergen de un sustrato psíquico común a toda la humanidad al que llamó el Inconsciente colectivo. Dicho constructo tiene relación con el concepto de Anima Mundi de los griegos o el Atman del hinduismo, entre otras cosmovisiones. Hace alusión a una fuente creativa de la que todo emerge y en la que todo confluye; supone además una unidad e interconexión intrínsecos entre todos los elementos del universo. Para la psicología junguiana los sueños, las visiones y las fantasías tienen su origen en este inconsciente colectivo.
Los Arquetipos, por su parte, se describen como los correlatos psíquicos de los instintos biológicos y funcionan como mecanismos y modelos de autorregulación, integración y promoción del desarrollo psíquico. Son vistos también como contenedores y transmisores de la sabiduría común a toda la humanidad. Entre los principales arquetipos descritos por Jung se destacan: el Viejo sabio, la Madre y el Padre primordiales, la Sombra, el Animus y el Anima, el Puer Eternus, el Trickster.
Los espíritus o fantasmas como Complejos afectivos
El interés académico de Jung por los llamados fenómenos ocultos data desde sus inicios como investigador. La tesis para recibirse como psiquiatra la realizó sobre una prima suya, que en estado de trance, realizaba sesiones espiritistas, experiencias que estaban muy en boga para esta época. Las diferentes personalidades que su prima encarnaba bajo un estado de conciencia descendida, fueron interpretadas por Jung como expresión de lo que posteriormente denominó los Complejos afectivos autónomos.
Los complejos son un conjunto de ideas y pensamientos inconscientes con una fuerte carga afectiva que se van formando a partir experiencias personales relacionadas con la temática de algún arquetipo. El complejo paterno, por ejemplo, se nutre de las experiencias personales y singulares que hayamos tenido con nuestro propio padre y con otras figuras paternales, siempre bajo el trasfondo del arquetipo del Padre universal.
Los complejos son las partes constitutivas de la psique y no solo hacen parte del ámbito de la psicopatología. Cuando se constela o activa un complejo se comporta de manera autónoma como si fuera una especie de “subpersonalidad” que altera nuestra forma de actuar y percibir la realidad. Este es el motivo por el que se modifica nuestra forma habitual de comportarnos al estar imbuidos en emociones intensas que nos sacan “fuera de sí” como, por ejemplo, al estar enamorados, en relaciones con figuras de autoridad, bajo el influjo de los celos o la ira, en situaciones de peligro etc.
Podemos llegar a percibir interiormente estos estados como si estuviéramos “poseídos” por un genio o un demonio que nos promueve a actuar de una forma particular. Los complejos son los responsables también de los patrones repetitivos en nuestra vida, que nos llevan una y otra vez a situaciones que conscientemente quisiéramos evitar. La intensidad en la activación de un complejo condiciona el grado de subjetividad que proyectamos en las personas y en las circunstancias externas de una situación determinada.
En individuos con una disposición a la disociación— como era el caso de la prima de Jung—, o de las personas que sufren los llamados “trastornos de personalidad múltiple”, los complejos se manifiestan de manera más profunda como entidades autónomas.
Los duendes como ideas o eventos que nos acontecen
Para las personas de las sociedades tradicionales —para las cuales lo inconsciente predominaba sobre la conciencia y la racionalidad—, la naturaleza estaba dotada de vida. En los bosques habitaban hadas y duendes, demonios en las cuevas y espíritus cerca de las fuentes de agua. Se consideraba además que a estos entes era necesario concederles ciertos tributos y atenciones si se quería evitar problemas.
Para Jung, desde una perspectiva psicológica, los entes esotéricos son entendidos como la proyección de Arquetipos y Complejos afectivos y actualmente se manifiestan en nosotros —mediatizados por la racionalidad de la época—, en forma de pensamientos obsesivos, reacciones desproporcionadas al contexto, compulsiones a la repetición, alteraciones psíquicas, enfermedades, entre otros.
Para la psicología junguiana la madurez y salud psíquica están relacionadas con la capacidad de darle expresión —rendirles tributo—, a nuestros diferentes aspectos internos —complejos—, proporcionándole a nuestra personalidad, flexibilidad y permeabilidad hacia los aspectos inconscientes.
Para Jung es posible darnos cuenta de una gradación en la relación de la conciencia con respecto a los contenidos inconscientes, a partir de lo que denominamos usualmente como “ocurrencias”. De esta manera, podemos llegar a percibir que ciertas ideas nos acontecen, es decir, que emergen como producto de una cierta espontaneidad independiente de nuestra voluntad.
El nivel de autonomía de estas “ocurrencias” se expresa en el lenguaje. Cuando decimos “entonces pensé” nos referimos al nivel más ligero, algo más fuerte se manifiesta como “se me ocurrió”, aún más intenso sería “era como si una voz interior me dijera”, para terminar en “escuche claramente una voz” que haría parte de las experiencias visionarias o episodios alucinatorios.
Las casas embrujadas y la Sincronicidad
Jung planteó, a partir de testimonios a los que les daba credibilidad así como de experiencias propias, que contenidos psíquicos inconscientes podían llegar a tener exteriorizaciones en el mundo físico. Estas exteriorizaciones o Psicoquinesis inconscientes serían la compresión desde la perspectiva de la psicología junguiana para los fenómenos conocidos como “poltergeist”.
El procurar comprender estos fenómenos contribuyó a que Jung posteriormente planteara el principio de la Sincronicidad. Este concepto, que se nutre de las comprensiones de la física cuántica y el pensamiento oriental, pretende dar cuenta de las relaciones de dos sucesos, uno de índole físico y el otro psíquico, no vinculados de manera causal sino por su significado.
Es el caso de muchas personas que manifiestan haber pensado en alguien que inmediatamente las llama por teléfono, así como otras casualidades por similares con muy poca probabilidad de que sucedan por simple azar y que, para Jung, en ocasiones parecían tener un significado simbólico.
En el proceso de conceptualización de la sincronicidad contribuyó el premio nobel de física Wolfgang Pauli —a quien se atribuye que ante su presencia o cercanía se alteraban o estropeaban aparatos técnicos de los laboratorios—. Se llegó incluso a nombrar dicho fenómeno como el efecto Pauli y era bastante conocido por los físicos de su época.
Lo liminal como favorecedor de sincronicidades
Tradicionalmente se ha considerado que duendes, hadas y demonios emergen en los umbrales, en los momentos de transición, esto es en los cruces de camino, a la medianoche, en el atardecer o el amanecer, en el cambio de año; siendo entonces estos estados liminales considerados como lugares o momentos mágicos.
Jung planteó que el factor que favorece la emergencia de fenómenos parapsicológicos o sincronísticos es la activación de un Arquetipo, esto es, una situación en la que las capas instintivas profundas de la psique entran en acción. Consideró al Arquetipo como un fenómeno límite, caracterizado por la relativización del espacio y el tiempo. Para Jung, los fenómenos sincronísticos pueden ser entendidos como manifestaciones externas del inconsciente colectivo.
La permeabilidad de la conciencia con respecto a lo inconsciente que se presenta en las sincronicidades, suele ser más acuciada en momentos de transición como: antes de dormir o de despertar, en la adolescencia, en los viajes, en los inicios de una crisis psicótica y otros hechos significativos en el tránsito del ciclo vital de las personas como el matrimonio, una grave enfermedad, un accidente, la muerte.
Los alienígenas: un mito moderno
Jung se interesó igualmente por la ufología. Planteó que los testimonios de contactos con ovnis y con alienígenas —así como las apariciones de la virgen—, pueden ser interpretados como la expresión contemporánea de un mito arquetipal en el que se narran relaciones de los humanos con entidades sutiles.
Es posible, según Jung, identificar este mito en las historias de diversos lugares y tiempos en las que se tiene contacto con duendes, hadas, ángeles o demonios, y como sucede con los ovnis y alienígenas, estos seres han sido en ocasiones tomados como entidades reales.
Los platillos voladores como expresiones del arquetipo del salvador
Jung planteó que es posible identificar a través de la historia testimonios de avistamientos de cosas extrañas en el cielo —ruedas de fuego, discos, globos—, y que estos se han intensificado en épocas en que la humanidad se ha sentido en un callejón sin salida en su proceso de desarrollo psíquico. En aquellos momentos de desconcierto, la humanidad ha dirigido su mirada hacia el cielo en búsqueda de salvación.
En la antigüedad, afirma Jung, se experimentó dicha ayuda como la intervención de una figura divina que descendía milagrosamente de los cielos y, en la actualidad, dicha figura puede tomar la forma de los ocupantes de los platillos voladores.
De esta manera Jung plantea que, tanto los entes milagrosos de la antigüedad como los alienígenas contemporáneos, serían la expresión del arquetipo del salvador que surge de lo inconsciente colectivo en situaciones sociales críticas.
Este arquetipo puede ser vivenciado o proyectado con múltiples ropajes de acuerdo al contexto en el que se produce. Así, en un contexto en que la religión y lo sagrado son los referentes —como sucedía en la antigüedad—, el arquetipo se expresará en la figura de una virgen o un ángel y en la época actual, en que la ciencia y la tecnología son el sustento de nuestras creencias, es coherente que dicho arquetipo cobre vida nutrido de referentes tecnológicos en la forma de platillos voladores.
El arquetipo del salvador no solo es personificado por entes sobrenaturales, también puede ser proyectado en personas carismáticas como líderes políticos que, precisamente, emergen en épocas convulsas apelando a los miedos y esperanzas de un pueblo. Estos líderes “mesiánicos” se sienten elegidos para dirigir a su pueblo en el camino de la libertad y el progreso; hacen uso de discursos salvadores, identificando un enemigo como causante de la mayoría de los males —narco-terroristas, comunistas, capitalistas, inmigrantes, judíos, islamistas etc.—. Pueden llegar a tener un amplio apoyo popular y utilizan toda serie de artimañas para perpetuarse en el poder si es que lo han llegado a ejercer. Persiguen y procuran anular cualquier tipo de oposición y divergencia, ya que se sienten poseedores de la verdad. No es inusual que sus discursos políticos se nutran con proclamas religiosas o nacionalistas. Los seguidores que se encuentran bajo la fascinación del arquetipo del salvador, se comportan como si estuvieran en una especie de enamoramiento, en la que se disminuye su capacidad de juicio, negando o minimizando las evidentes desviaciones éticas de su líder.
El mensaje salvífico de las entidades sobrenaturales
Para Jung, es significativo que pueda identificarse un patrón en los mensajes atribuidos a los alienígenas, a las apariciones de la virgen y de otras entidades que provienen del cielo.
Dicho mensaje suele aludir a la preocupación del ente con respecto a las actividades autodestructivas de las personas en la tierra. La entidad se presenta como un mensajero que tiene a la vez el rol de intermediario ante un ser superior. El mensaje hace una crítica a la arrogancia de valores masculinos, como el individualismo o la competitividad, y resalta la necesidad de recuperar valores relacionados con lo femenino, como la ecología, el respeto por la naturaleza y la solidaridad entre los pueblos.
Para Jung, la identificación con el intelecto, la racionalidad y el poder que predomina en nuestra sociedad, ha conllevado una unilateralidad y desarmonía que busca ser compensada, en la conciencia individual y colectiva, con el resurgimiento del principio femenino, que tradicionalmente ha sido relacionado con el sentimiento, con lo subjetivo y con eros. El mensaje de los entes sutiles emergería del inconsciente como compensación a la unilateralidad de las actitudes conscientes predominantes que han generado una desarmonía.
Las apariciones de la virgen pueden ser interpretadas entonces como una expresión del principio femenino que resurge para compensar los valores patriarcales, atendiendo a la tendencia de la psique hacia la integración de los contrarios y hacia la totalidad.
Jung resalta que, aunque lo femenino espiritual y luminoso ha empezado a reconocerse y exaltarse, es necesario aún darle lugar a lo femenino oscuro, relacionado con la naturaleza, con la materia, con la tierra, con el cuerpo y con los instintos. Este aspecto oscuro de lo femenino está relacionado con el culto a las diosas de la naturaleza, que ha perdurado en el cristianismo hasta nuestros días a través de la devoción popular a las vírgenes negras.
Las abducciones como iniciación
Es usual que las personas que dan testimonio de haber entrado en contacto con alienígenas o seres espirituales informen que dicho encuentro se constituyó en una experiencia imborrable que catapultó un cambio revolucionario en sus vidas.
Las abducciones por ovnis, los encuentros con seres sobrenaturales o incluso los testimonios de experiencias cercanas a la muerte, pueden relacionarse con los viajes chamánicos arquetipales en los que se obtienen enseñanzas del otro mundo.
La narración prototípica del secuestro como iniciación se encuentra en el mito de Perséfone; la hija de Deméter, que fue secuestrada por Hades, el dios de los muertos y del inframundo, para ser llevada a su palacio abismal. Dicho mito suele ser interpretado como la salida de la ingenuidad infantil hacia la madurez y la profundidad, gracias a los conocimientos y perspectivas que brinda el haber visitado el lado oscuro.
Los ovnis como mandalas
Jung le da relevancia a la forma redonda que se le atribuye a los platillos volantes ya que las figuras circulares evocan la imagen de los mandalas, aquellas figuras pertenecientes a la tradición hinduista y budista que aluden simbólicamente a la perfección y a la totalidad.
Jung consideró a las imágenes mandálicas como representaciones del arquetipo primordial que nos promueve internamente hacia la armonía y plenitud, procurando la integración de las polaridades internas. A dicho arquetipo lo denominó Sí mismo o Self.
Jung encontró que las figuras mandálicas suelen emerger en sueños de personas que se encuentran pasando por situaciones de crisis o división interna. De igual manera resaltó que los testimonios de la aparición de ovnis se han identificado en épocas de profunda división social, como en la guerra fría, y que pueden surgir también ante la necesidad de integrar aspectos que han sido desatendidos como se mencionó en un apartado interior.
La perspectiva psicológica
Jung no argumentaba que los testimonios de apariciones de la virgen o de otros entes milagrosos se redujeran necesariamente a sus consideraciones e interpretaciones psicológicas, sino que el estudio sobre la naturaleza y significación religiosa o metafísica de estas entidades no correspondía a la psicología sino a otras áreas del conocimiento como la teología.
En el contexto de la psicología analítica dichos fenómenos, así como los conceptos de alma, ser profundo o daemones son entendidos como imágenes o factores psíquicos que es posible observar en la práctica clínica y en manifestaciones simbólicas presentes en mitologías y expresiones artísticas de diferentes lugares y épocas. La psicología analítica hace uso de la hermenéutica, así como de la observación y reflexión fenomenológica para la comprensión de fenómenos psicológicos, así como para la aplicación de dichos conocimientos como método terapéutico encaminado el bienestar y la salud mental de las personas.
Psicólogo Clínico – Psicoterapeuta Junguiano
Referencias Bibliográficas
Harpur, P., & Margelí, I. (2015). Realidad daimónica. Girona: Atalanta.
Jung, C. G. (1987). Sobre cosas que se ven en el cielo: Exposición e interpretación de un fenómeno actual, con empleo de material psicológico comparado : sueños. México, D.F: Nilomex.
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