Para la psicología desarrollada por el psiquiatra suizo Carl Jung, cada persona es convocada a lo largo de su vida a madurar y realizar sus cualidades y potenciales únicos. Este paulatino despliegue de singularidad fue denominado por Jung como Proceso de individuación.
Este Proceso de individuación, esto es, de llegar a ser lo que se es, no transcurre de manera lineal sino que se sucede en diversas fases. Cada paso de una fase de menor complejidad a otra más intrincada suele verse acompañado de crisis internas que inducen a una ruptura con el orden anterior y dan paso a un orden más amplio y complejo, correspondiente a las nuevas condiciones vitales.
Para Jung, el proceso de maduración psíquica se experimenta como una serie de muertes y renacimientos simbólicos a lo largo de la vida. En cada transición de la vida se despliega una transformación psicológica profunda.
Jung se percató que los símbolos relativos al Proceso de individuación pueden ser encontrados con diferentes ropajes en las historias y narraciones míticas de todas las culturas.
Los mitos nos muestran cómo la humanidad se ha enfrentado a diferentes situaciones críticas, y aunque algunos de ellos tienen miles de años, continúan resonando y teniendo impacto en nuestro psiquismo ya que los desafíos a los que aluden nos siguen acompañando.
Jung resalta que no es posible en muchas ocasiones aducir al contacto directo o indirecto entre pueblos para explicar las similitudes estructurales de los mitos. Además es relevante que estos dramas y situaciones típicas surgen también de manera espontánea en los delirios y alucinaciones psicóticas; en los estados alterados de conciencia como efecto de prácticas meditativas o por la ingestión de sustancias psicodélicas; así como en los sueños de todas las personas. Una de las manifestaciones simbólicas del proceso de Individuación en las que Jung más se interesó y profundizó fueron los tratados de Alquimia.
El carácter universal de los símbolos del Proceso de individuación condujo a Jung a plantear la existencia de un Inconsciente colectivo, al que consideró como fuente y matriz de la imaginación y la creatividad.
La imaginación y la creatividad como diálogo con lo inconsciente
La imaginación ha sido denostada por el pensamiento racionalista y materialista desde la ilustración, considerándola con nulo valor para obtener conocimientos firmes y productivos. Jung, sin embargo, se une a la corriente hermética y fenomenológica que reconoce el ámbito de lo imaginario, en el que se incluyen los mitos, los sueños y las fantasías como elementos que permiten el acceso a la complejidad paradójica de la psique, a las honduras de naturaleza humana y sobre todo a esa otra sutil realidad que nos habita y condiciona.
Se le reconoce a la imaginación la propiedad simbólica de unir y reconciliar polaridades; de expresar, sugerir y evocar lo inaprensible; de aproximarse comprensivamente a los fenómenos inclasificables a través del concepto y la racionalidad. El analista James Hillman propone a la imaginación como el lenguaje del alma.
El trabajo con los sueños al interior de la psicoterapia junguiana tiene como uno de sus objetivos aumentar la eficacia de la capacidad transformadora y movilizadora de los símbolos que allí emergen. Además del trabajo con los sueños, Jung desarrolló una técnica de diálogo con lo inconsciente a la que denominó la Imaginación activa. Ésta consiste en dar la oportunidad de expresarse a los contenidos de lo inconsciente, haciendo uso de su capacidad para la personificación. Se propone entonces entrar en contacto con nuestro personajes interiores, escucharlos con atención y rigurosidad, interactuando y conversando con ellos como si fueran entidades reales.
Nuestros personajes interiores pueden ser evocados a través de la imagen de un sueño, una emoción intensa, un síntoma. Cada persona posee una modalidad que facilita dicha comunicación. Hay personas que pueden escuchar voces, o percibir imágenes interiores, algunos se expresan mediante movimientos corporales en una especie de danza. Para otros el contacto con lo inconsciente es posible a partir de la escritura automática, técnica de la que hicieron uso los surrealistas.
Imaginación activa
Jung diferencia el fantaseo ocioso con la imaginación activa destacando que en esta última, el ego asume una actitud activa, es decir no acata de manera pasiva y sumisa las voces e imágenes del inconsciente, sino que las interpela. La actitud activa, implica soportar y mantener la tensión con lo inconsciente, permitiendo que emerja lo que denomina la Función trascendente de la psique, es decir, un nuevo nacimiento, el surgimiento de una nueva actitud, producto de dicha confrontación.
La Función trascendente de la psique es la que posibilita la conciliación de opuestos aparentemente irreconciliables. Es el surgimiento de un tercer elemento o perspectiva, que incluye e integra los elementos que han estado en disputa. Es un proceso de conflicto, negociación y acuerdos transitorios.
La técnica de la Imaginación activa suele utilizarse en etapas avanzadas del análisis, ya que requiere un ego estructurado que soporte la tensión de los opuestos y no sucumba a una disociación o a una identificación con algunos de los contenidos de lo inconsciente.
Jung resalta que tomar en serio lo inconsciente no significa tomarlo literalmente, sino otorgarle crédito, brindándole la oportunidad de cooperar con la conciencia, en lugar de perturbarla de manera automática. Esta Cooperación de lo inconsciente se encuentra relacionada con el principio autorregulador de la psique, concepto fundamental en la perspectiva junguiana.
La imaginación como facilitador del mecanismo autorregulador de la psique
La psique se plantea como un sistema dinámico de fuerzas contrapuestas (consciente /inconsciente, progresión/progresión de la líbido, materia/logos), con una tendencia intrínseca a mantener un equilibrio. Este mecanismo autorregulador implica un permanente juego de compensación y complementariedad entre los componentes psíquicos.
El estado de equilibrio psíquico se ve alterado de manera regular por estímulos provenientes de la labilidad del mundo interno y externo. Esta alteración exige modificaciones tendientes a adaptarse a los nuevos requerimientos, promoviendo en la psique una transformación a estadios de cada vez mayor complejidad e integralidad. Los síntomas neuróticos (obsesiones, depresión, ansiedad, accidentes, somatizaciones, repetición de patrones de relación, autosabotajes) son expresiones de intentos de la psique inconsciente en la búsqueda de este estado de equilibrio superior. Una tentativa de crear conciencia a partir de los tropiezos.
El diálogo con la psique inconsciente a través de la imaginación permite que el mecanismo autorregulador de la psique actúe disminuyendo la necesidad de acudir a los fenómenos sintomáticos. Es de alguna manera anticiparse a los acontecimientos y eludir aquella sentencia junguiana por la cual, “todo aquello que no se hace consciente se vivirá en el exterior a manera de destino”.
El mecanismo de autorregulación de la psique, es denominado por el analista James Hillman, como nuestro Daimon interior. Con este concepto helénico pretende aludir a aquella fuerza que nos conduce por las buenas y malas a expresar nuestra vocación, nuestro particular llamado. La imaginación y la creatividad son un medio entonces para interpretar los guiños del destino, las señas de nuestro Daimon.
El desarrollo de la actitud simbólica que se pretende fomentar en la psicoterapia junguiana a través de la imaginación, nos permite huir de la estrecha literalidad de las circunstancias que vivimos. Nos brinda acceso a paradójicas lógicas subalternas. Nos vincula con la profunda polisemia de los acontecimientos a través símbolos, analogías y correspondencias.

Psicólogo Clínico – Psicoterapeuta Junguiano
Referencias Bibliográficas
Hillman, J. (1998). El código del alma. Barcelona, Martínez Roca.
Jung, C. G. (1981). Arquetipos e inconsciente colectivo. Barcelona, Paidos.
Jung, C.G (1993) Estructura y dinámica de la psique. Editorial Paidós,
Buenos Aires.
Jung, C. G. (2008). Los complejos y el inconsciente. Madrid, Alianza.
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