La familia psíquica como compañera inevitable de la migración

Para algunas personas la decisión de viajar o residir en un país extranjero se encuentra influenciada por el deseo de tomar distancia de entornos familiares o afectivos que les resultan conflictivos, cargantes o perturbadores.  

En algunos casos, la decisión de irse a vivir a otro país puede considerarse incluso como una huida de experiencias de abuso o malos tratos. Para otras personas, el viaje resulta siendo una alternativa para poner tierra de por medio con relaciones de pareja tormentosas a las que se quiere pasar página de manera definitiva.

Una de las expectativas para irse a vivir en el exterior puede ser, entonces, la de liberarse de vínculos conflictivos, recuerdos dolorosos o de miradas y juicios que limitan el desarrollo de las personas generándoles malestar emocional.

La migración y los conflictos psíquicos

En algunas ocasiones la distancia y el tiempo ayudan a sanar heridas.  Así, para algunas personas, el estar lejos de sus familias les permite revalorar sus relaciones afectivas, expresar emociones que no habían verbalizado y de alguna manera estrechar sus lazos familiares.

Puede ocurrir también, si las condiciones del contexto de destino resultan favorables, que se promuevan cambios significativos en las personas facilitando el despliegue de potenciales nunca realizados.  Sin embargo, lo que sucede a menudo es que los vínculos y modos de relación de los que se procura tomar distancia con la migración se terminan reproduciendo de alguna manera en el lugar de acogida.

Así, juicios de descalificación o minusvaloración que hemos recibido al interior de nuestras familias, los terminamos vivenciando con nuestros jefes o alguna figura de autoridad; sentimientos de abandono o rivalidad negativa afloran con amistades o compañeros de trabajo; relaciones abusivas se repiten una y otra vez con nuevas parejas; la sensación de que nos invaden o quieren controlar nuestra vida se refleja en las relaciones que establecemos con los suegros o con otras figuras cercanas.

Con la migración es posible tomar distancia de la familia física pero la familia psíquica, esto es, el registro interno de nuestros conflictos no resueltos, las heridas abiertas, los miedos no superados, las inferioridades no asumidas, los potenciales no desplegados, nos seguirán acompañando allí donde vayamos.

La migración incluso, por la situación de vulnerabilidad y desarraigo que suele conllevar, puede hacer que se manifiesten situaciones o conflictos emocionales que habían permanecido latentes en el contexto de origen.                                                                                   

La inevitable confrontación con nuestra Sombra

A estos contenidos psíquicos que hemos rechazado, por la necesidad de pertenecer y ser acogidos, así como para evitar el sufrimiento y las implicaciones que conlleva su aceptación, es a lo que la psicología junguiana ha denominado como la Sombra

Para el psiquiatra suizo Carl Jung, en la Sombra no solo habitan los mencionados contenidos reprimidos sino también nuestros potenciales no realizados, esto es, la vida no vivida que, en sus palabras, puede llegar a convertirse “en una enfermedad de la que se puede morir”.

Llevar a cabo la confrontación, relación e integración de la Sombra se considera entonces como un proceso ineludible para el desarrollo evolutivo de nuestra personalidad.   

La proyección de la Sombra

La Sombra es, por definición, inconsciente, es decir, no nos percatamos de sus contenidos sino que los proyectamos en las personas y situaciones exteriores.  Esto quiere decir que vemos en los otros lo que no aceptamos en nosotros mismos. Los otros, pues, nos sirven de espejo de nuestros conflictos no resueltos funcionando como una pantalla de nuestra propia “película”, de ahí el término de proyección.  

Estos espejos estarán presentes allí donde vayamos sin importar la distancia que nos separe de la situación que la originó. “Todo lo que nos irrita de otros nos lleva a un entendimiento de nosotros mismos”, planteaba Jung.

La no asimilación de nuestra Sombra -que puede ser entendida también como nuestros temas pendientes-, hace que sus contenidos se presenten una y otra vez en situaciones que nos exigen su confrontación. En palabras de Jung: “Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de la vida, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete; lo que aceptas te transforma”.

Es importante entonces, para dejar de repetir situaciones dolorosas y limitantes, que junto al viaje externo de nuestra migración realicemos un viaje interno que nos permita dilucidar a lo que nos están convocando las situaciones que vivimos. Situaciones que nos sugieren actitudes y creencias que es necesario abandonar, emociones que es necesario sanar, aspectos que debemos cultivar, responsabilidades que necesitamos asumir. “Quien mira hacia afuera, sueña, quien mira hacia adentro, despierta”, afirmó Jung.

Daniel Ulloa Quevedo

Psicólogo Clínico – Psicoterapeuta Junguiano

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Referencias bibliográficas

Referencias Bibliográficas

Jung, C. G. (1990). Las relaciones entre el Yo y el Inconsciente. Barcelona: Editorial Paidós.

Jung, C. G. (1991). Arquetipos e Inconsciente Colectivo. Barcelona: Editorial Paidós.

Jung, C. G. (2001). Los complejos y el inconsciente. Barcelona: Alianza Editorial

González-Fernández, Tania (2016) Entre nodos y nudos: ambivalencias emocionales en la migración transnacional: Una aproximación etnográfica a las emociones a partir de familias transnacionales entre Bolivia y España, Odisea Revista de Estudios Migratorios, ISSN 2408-445X, no 3, pp. 99-123

Murray, S  (2009) El mapa del alma según Jung, Editorial Luciérnaga

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