A la casa se le ha definido en ocasiones como una segunda piel. Al interior de ella hemos crecido, amado y sufrido.
Son usuales los sueños cuyo escenario es la casa donde pasamos los primeros años de vida.
La casa de la infancia se registra en nuestra psique como el espacio de origen, donde sucedieron muchas de nuestras “primeras veces” y se sentaron las bases de la personalidad.
La casa de origen se suele asociar con la historia familiar, con las sensaciones de cuidado y seguridad que nos brindaron nuestros padres, pero también, con las experiencias dolorosas e incluso traumáticas que pudieron haber transcurrido durante la niñez
En sueños, la casa de nuestros primeros años no es un reflejo de la casa original sino que se muestra con diversas modificaciones que pueden leerse como expresiones simbólicas de las propias transformaciones de nuestro ser. Allí habitan las heridas no sanadas, los potenciales no desplegados, las necesidades y los deseos insatisfechos.
En los sueños en los que regresamos a la casa familiar hacemos un viaje en el tiempo para recuperar, reparar o integrar algún aspecto de nuestra psique que se encuentra pendiente de realización.
En ocasiones buscamos el acompañamiento de una psicoterapia motivados por un sentimiento de desarraigo. Cuando sentimos que hemos perdido nuestro centro, el sentimiento interno de seguridad y confianza. La casa interna es lo que permanece estable ante la incertidumbre. Representa la base segura que nos permite salir a explorar el mundo, con la confianza de que existe un lugar al que podemos regresar a renovarnos.
La casa como útero
El ser humano comparte con otras especies la necesidad de buscar guarida, madriguera, nido, concha. El útero es el primer hogar y muchos animales construyen instintivamente sus madrigueras buscando la similitud con el útero materno.
En las viviendas humanas tradicionales que tienen forma circular – como la maloca de las poblaciones indígenas- se refleja de manera más evidente la correspondencia simbólica: casa – útero – madre primordial.
En la casa nos descalzamos, nos despojamos de las máscaras que nos imponemos para relacionarnos con los extraños, y nos abandonamos en la mismidad.
La palabra morada conserva el sentido de demora, detención, reposo, encarna la imagen de la intimidad. La frontera del hogar constituye un límite entre yo-lo mío y el mundo-los otros.
La casa además de ser una expresión de la necesidad natural de cobijo y de protección, es también un símbolo de estatus, esto es, de la posición que se tiene o se desearía tener en la estructura de la sociedad. La casa puede ser entonces un reflejo de la imagen social o ideal de uno mismo, como lo puede ser la vestimenta.
El regreso a casa
Una vez que se ha salido del útero materno ya no es posible regresar a él, se instala entonces una añoranza existencial, eternamente insatisfecha, de regresar al primer y verdadero hogar.
El anhelo por regresar al lugar originario, a la tierra prometida, es motivo frecuente en la mitología y en la imaginería universal. En la Odisea de Homero, la historia se centra en la sufrida aventura de Ulises por volver a Ítaca, su casa natal.
Salir de la casa simboliza entonces la expulsión del paraíso. Implica tener que afrontar las vicisitudes de un territorio desconocido en el que se viven las experiencias necesarias para la maduración.
El mitólogo Mircea Eliade evidencio las correspondencia entre el retorno, la muerte y la morada. “La vida no es más que la separación de las entrañas de la tierra, la muerte se reduce a un retorno al hogar. El deseo frecuente de ser enterrado en el suelo de la patria, no es más que una forma profana de autoctonismo místico de la necesidad de volver a la propia casa”
El anhelo por regresar al origen se refleja también en los ciclos nostálgicos que se dan en las modas, en la música, en las artes en general. También en los movimientos al interior de escuelas de pensamiento que ven el desarrollo posterior al autor originario como una caída, una tergiversación del mensaje original al que se debe retornar. En ocasiones se le da una connotación a lo originario como lo verdadero.
Para la psicología junguiana la añoranza de la casa originaria, del hogar inalcanzable, se encuentra relacionada con el anhelo de verdad, trascendencia y realización que es inherente al alma. Es el deseo eternamente insatisfecho de completitud y totalidad. Se simboliza como la búsqueda del santo grial o el “tesoro difícilmente alcanzable” de múltiples historias. Alude a la necesidad de desplegar nuestra vocación, de hacernos un lugar en el mundo, de tener una vida significativa que merezca la pena ser vivida.
Es posible suponer entonces que subyacente al deseo de la “casa propia” se encuentran necesidades primordiales de pertenencia y arraigo, de ser acogidos y sostenidos.
Regresión positiva
Para la psicología junguiana todo avance en el desarrollo de la conciencia implica un sacrificio, una inmersión en lo inconsciente, una vuelta a la madre como fuente de todo lo creativo.
El transcurso de la vida se considera entonces como una serie de separaciones y retornos a esa fuente originaria, cada vez con mayor grado conciencia.
En la vida de vigilia en ocasiones se regresa transitoriamente a la casa paterna luego de un divorcio, una crisis financiera o emocional, mientras se dan las condiciones para retomar nuevamente nuestro propio camino.
Regresamos a la casa de la infancia como una vuelta a la fuente de lo creativo, donde se encuentra el alimento para nuestra renovación.
Volvemos a casa por “navidad”, en el preludio de un nuevo nacimiento en nuestra psique.
La casa como madre oscura
En nuestra psique habita una expectativa innata y universal de ser acogidos por una madre arquetípica que nos cuida y nos nutre. La vivencia de este aspecto de lo materno permite que se instale una confianza básica hacia al mundo, nos brinda la sensación de que pertenecemos a algo y de que somos incondicionalmente amados.
Lo materno en su aspecto nutritivo y acogedor se simboliza en la casa confortable, la gruta, las minas, y en diversos elementos que tienen la capacidad de contener algo como: el sexo femenino, la copa, la cesta, el océano, una isla.
Sin embargo el propósito de una buena madre no es sólo permitir que su cría crezca en su útero, sino también expulsarla cuando llegue la hora. Además de acoger y de cuidar al niño o la niña, la función de la madre es también permitirle que se exponga a los peligros necesarios para el desarrollo de su autonomía, e impulsarle a nuevos horizontes en el momento que le corresponde para que pueda asumir sus propias responsabilidades.
La madre arquetípica posee entonces también un aspecto menos amable pero que es de igual manera fundamental para el desarrollo de nuestra individualidad. Es su faceta oscura, limitante, devoradora y asfixiante que se simboliza como la bruja, la madrastra malvada, la vagina dentada, la tumba, la casa embrujada.
El miedo a la madre oscura, a lo femenino primordial como inconsciente devorador, es un factor que promueve la progresión por las diferentes etapas del desarrollo de la personalidad plantea Newman. Se simboliza en la lucha heroica con el dragón o el monstruo marino.
La casa como madre oscura en lugar de ser un lugar de acogimiento es un lugar que expulsa, que perturba, que asfixia, que tiene la capacidad de aniquilar.
Relacionado con lo anterior son los sueños en los que la casa se convierte en una prisión, en los que sus habitaciones resultan cada vez más estrechas, o en los que sucede algo que nos impide seguir viviendo allí.
La Casa Tomada
En uno de los cuentos más conocidos del escritor argentino Julio Cortázar, llamado La Casa Tomada, se narra la historia de dos hermanos adultos que viven en la casa familiar refugiándose de las responsabilidades y compromisos del mundo exterior.
Los protagonistas no tienen la necesidad de trabajar ya que viven de la fortuna que han heredado de sus padres. Un día la cotidianidad se ve perturbada por ruidos que se vuelven cada vez más fuertes y cercanos, reduciendo de manera paulatina los espacios habitables.
Los hermanos atemorizados por los murmullos incesantes que se van recrudeciendo finalmente deciden abandonar la casa y tirar las llaves por una alcantarilla.
La casa que en principio fue un refugio acogedor se fue convirtiendo en un lugar agobiante que los terminó expulsando. El escritor comentó en una entrevista que escribió este cuento inspirado en un sueño que tuvo en el que sucedía una historia similar.
Los sueños y las historias de casas embrujadas se pueden interpretar a nivel psicológico como la personificación de los aspectos escindidos de la psique, que se comportan como duendes o demonios perturbadores.
Esta especie de subpersonalidades denominadas por Jung como complejos afectivos, se relacionan con heridas no sanadas, actitudes no vividas, responsabilidades no asumidas. Cuando estamos “tomados” por nuestros complejos se nos altera la forma habitual de conducirnos y se nos promueve una transformación.
Se plantea que los complejos afectivos, poseen un núcleo arquetípico, les subyace entonces una necesidad básica y universal. Los arquetipos están relacionados con los instintos animales, son fuente de autorregulación y maduración de la psique.
Los pensamientos obsesivos, las emociones desbordadas, los patrones repetitivos, así como otros síntomas psíquicos o físicos son los modos en que los “dioses” internos, esto es, las necesidades primordiales ineludibles, exigen su reconocimiento en nuestra vida.
La casa como crisálida
En los cuentos y los mitos el aspecto oscuro de la madre es lo que promueve que el héroe o la heroína adquiera las capacidades para relacionarse con el mundo de una manera adulta.
La expulsión del paraíso, la ruptura de la infantil ingenuidad, exige y promueve el desarrollo de conciencia e individualidad, de la madurez, el despliegue del propio camino más allá de las expectativas parentales.
En el folklore universal la casa está emparentada con los símbolos relacionados con la maduración y la incubación como: el huevo, la crisálida y la tumba. La casa en ocasiones corresponde simbólicamente al tránsito iniciático por el vientre de ballena o la caverna más profunda en el que el héroe o la heroína sufre una muerte simbólica y un renacimiento.
Las celebraciones de inauguración de una nueva morada equivalen de cierta manera a un nuevo comienzo, a una nueva vida. Mircea Eliade, resalta que para el pensamiento tradicional todo comienzo repite el comienzo primordial del universo y es por eso grandemente celebrado.
La casa como cuerpo
Se plantea la imagen de la casa como una analogía del cuerpo. Las ventanas corresponden a los ojos, aquello que nos permite ser vistos y entrar en contacto con el mundo exterior. El sistema eléctrico, corresponde al sistema nervioso. La plomería al ámbito emocional, las aguas sucias al sistema digestivo.
Los desperfectos de la casa en los sueños pueden en ocasiones ser la manera como la psique está registrando de manera simbólica una enfermedad o una alteración del cuerpo. Se describen casos en que un sueño ha sido útil para sugerir una evaluación médica con respecto a una posible enfermedad que después ha sido confirmada.
Hay memorias que nunca han podido ser apalabradas y habitan en nuestro cuerpo. Si no somos conscientes de nuestros sentimientos, el cuerpo los exagera a manera de síntomas físicos plantea Marion Woodman.
La cocina
En la cocina se pica, se trocea, se rebana, se mezclan ingredientes, se calienta, se enfría,se hierve, se hornea. Todas estas actividades pueden traducirse en procesos psicológicos. En la cocina se convierten los alimentos crudos en comidas elaboradas. Es donde se obtiene el sabor intrínseco de las comidas, en lenguaje alquímico, donde se libera el espíritu de la materia.
En los tratados alquímicos, según Jung, se describen de manera simbólica los proceso de transformación y maduración psíquica por el que transitamos a lo largo de la vida
La cocina alude entonces al lugar donde se suceden dichas transformaciones. La psicoterapia junguiana se propone como un acompañamiento para favorecer el paulatino despliegue de la “esencia” singular de cada persona. Esta esencia es una ecuación arquetípica única para cada persona, un “sabor” singular que se va desplegando a lo largo de la vida y que experimentamos como autorrealización.
Nos cocinamos, nos refinamos, sacamos nuestro mejor aroma, a través del calor de las emociones, de los afectos que nos transforman.
El inicio de la obra alquímica – se experimenta como un descenso, una confrontación con la propia oscuridad, con la inmundicia de la tierra y del alma. Esta etapa alude a la nigredo, en terminos psicologicos corresponden a la melancolía, a la depresión, a los aspectos internos o externos que nos convocan a transitar una temporada en los sótanos del inframundo y que son el preludio al renacimiento en un orden nuevo de mayor complejidad
Las crisis que de tanto en tanto transitamos en la vida son la manera como la psique nos convoca a estos ciclos de muertes simbólicas y renacimiento que permiten actualizar nuestra personalidad.
El baño
El cuarto de baño es el lugar de la limpieza, de la purificación. Al darnos un baño en un sueño opera la capacidad que tiene el agua de diluir, desintoxicar o limpiar algún aspecto de la psique que necesita ser removido: culpa, resentimientos…
Son comunes los sueños en baños con la materia fecal como elemento relevante. También con inodoros atascados. Baños sin puerta en los que no tenemos intimidad.
Simbólicamente “la mierda”, alude a la materia oscura, la materia prima de la que parte la obra alquímica y se va refinando a lo largo del proceso.
Psicológicamente corresponde a la sombra, lo inconsciente personal, a las heridas no sanadas, los potenciales no realizados, aquello que ha sido rechazado por la conciencia y que se encuentra pendiente de integración. Es una constante la imagen de la fertilidad latente en lo rechazado, lo oscuro, lo poco valorado por la consciencia.
Hillman nombra diferentes ideas interpretativas con respecto a los excrementos: «el regalo de amor a uno de los padres; la expresión creativa que empieza con manchar y colorear; el control de la sabiduría y el origen de la autoconciencia; la muerte dentro del nacimiento del no-yo, haciendo posible la separación de la objetividad; el sí mismo negativo de valores ocultos en lo más vil y rechazado; la sombra que lo sigue a uno»
La presión por orinar en los sueños puede expresar la presión de una necesidad vital que pide realización en la vigilia. Una necesidad que puede ser contenida durante cierto tiempo pero cuya realización resulta ineludible.
La sala es el lugar donde recibimos a los extraños, puede relacionarse con el ámbito de la sociabilidad, de la relación con los otros.
El comedor
El comedor es el lugar donde nos alimentamos, James Hillman resalta que la psique necesita, al igual que nuestro cuerpo físico, ser alimentada pero con alimentos particulares que le nutren en su proceso de Hacer Alma, de despliegue de profundidad.
Aquello que alimenta el alma, es decir, la fuente de sentido y significado en nuestras vidas, necesita ser actualizado en las diferentes etapas del ciclo vital. No es lo mismo lo que alimenta a un alma infantil, que lo que requiere esta alma cuando ha madurado. Lo que nos alimentó en un momento de la vida puede llegar a ser tóxico en otro momento. Se propone que la psique tiende a nutrirse de manera paulatina de alimentos cada vez más sutiles, menos pesados, menos literales.
El dormitorio
El dormitorio es el ámbito más íntimo, donde se descansa, donde usualmente ocurren las relaciones sexuales, donde se muere, se sueña, se duerme.
Dormir en nuestros sueños a veces puede simbolizar la inconsciencia sobre algún aspecto. El despertar de la bella durmiente, o el despertar en nuestro sueños puede significar un aspecto que estaba en estado latente y comienza a desarrollarse.
Los movimientos de la psique
El modo en que se encuentre la casa o cada habitación da cuenta de los movimientos internos que están ocurriendo en la psique.
El trabajo con los sueños nos permite identificar las particularidades de estos movimientos para que de manera consciente podamos fluir y colaborar con ellos en lugar de resistirnos.
Hay momentos en que las circunstancias y obstáculos que transitamos nos exigen una participación activa, haciendo uso de la fuerza de voluntad de nuestro ego. Hay otras circunstancias o momentos que se nos convoca más bien a una rendición de los esfuerzos encaminados a querer forzar los hechos hacia nuestras expectativas. Arquetípicamente lo anterior se expresa como el sacrificio del héroe que se rinde a una voluntad superior y trascendente.
Sueños con la casa desordenada puede aludir al caos como preludio necesario de la instauración de un nuevo orden. Antes de que se consolide una nueva estructura en nuestra psique inevitablemente transitamos por estados de confusión interna, de desorientación, estado que posee en germen los cimientos del nuevo orden.
La casa destruida nos da pistas de aquella parte de nuestro ego, esto es, de las identificaciones y mecanismos de defensa que necesitan ser destruidos y renovados ya que corresponden a una etapa que necesita ser superada.
Las restauraciones o remodelaciones en la casa dan cuenta de las particularidades de los nuevos aspectos de la psique que emergen en el proceso de actualización de sentido. Nos da pistas de aquello que es necesario cultivar internamente.
Las habitaciones cerradas
En la casa podemos encontrar cuartos que han permanecido cerrados y regresamos en el sueño con la posibilidad de entrar en ellos. Los cuartos cerrados pueden aludir a los secretos familiares, a los pactos de silencio al interior de la familia relacionados con muertes, abusos sexuales, traiciones o exclusiones de algún miembro de la familia.
Jung se percató de que estos aspectos inconclusos pueden transmitirse de una generación a otra y permanecen como heridas abiertas en lo inconsciente familiar
Los niveles de la casa pueden corresponder simbólicamente a diferentes estratos psíquicos. El sótano corresponde a lo inconsciente, a los instintos, a la parte primitiva y originaria de la psique. La fachada de la casa alude a la máscara, a la imagen social. El techo es la cabeza, el intelecto, el ámbito del logos, del espíritu.
En los sueños se pueden reflejar los diferentes estratos de lo inconsciente: el personal, familiar, el de la comunidad más amplia como el país, al que nos vincula a todos como especie.
Los movimientos en la casa a través de escaleras o ascensores pueden aludir a dinámicas progresivas o regresivas de la psique; quizás reflejen en ocasiones fases o periodos de estancamiento. Los impedimentos para subir o bajar las escaleras o tomar el ascensor dan pistas de los aspectos que necesitan ser transitados o superados para favorecer los movimientos de la psique.
Los desastres
Son comunes los sueños en los que la casa sufre una inundación o alguna otra situación catastrófica. Aquello puede ser el reflejo del tránsito por desbordamientos emocionales que funcionan como diluvios renovadores, en los que se arrasa un mundo para dar comienzo a otro nuevo. El agua es un elemento que permite disolver lo que se encuentra rígido favoreciendo la integración y la asimilación.
En aquellos momentos en los que no tenemos un piso firme en el que sostenernos, se requiere construir un arca, un refugio, que nos permita transitar sin desfallecer hasta que mengüe la tormenta.
A veces encontramos en la casa de nuestros sueños una “habitación del pánico” en la que podemos resguardarnos transitoriamente de algún peligro. Este cuarto nos da pistas de los recursos internos que es necesario cultivar y con los que podemos contar cuando transitamos por etapas en las que nos encontramos inundados por la tristeza, la ansiedad o la desesperanza. Es el espacio interno en el que se preserva la vida y las semillas de lo que podrá llegar a germinar posteriormente.
Hay otros sueños en los que el desastre no está relacionado con el agua sino con el fuego al se le atribuye también una capacidad destructiva y creativa. El fuego, al igual que las emociones se comporta como una energía para el movimiento y la transformación; posee además la capacidad de dar luz, esto es, de promover la ampliación de la consciencia.
El trabajo con los sueños es efectivo en la medida que no se reduce a una especulación racional o intelectual. Desde la perspectiva junguiana lo que se procura es que nos sumerjamos en las imágenes, en las sensaciones y en los símbolos de los sueños, y que nos permitamos ser afectados por el fuego de las emociones que nos generan, pues es allí donde reside su efecto transformador.
El intruso hostil
Sueños en los que un intruso intenta entrar en la casa, en ocasiones de manera violenta, pueden aludir a aspectos de la psique que exigen de manera contundente ser asimilados. La parte de nuestro ego que se resiste a los cambios experimenta lo novedoso como perturbador.
De manera arquetípica la figura del extranjero, del extraño, suele ser percibida como un elemento hostil ya que viene a perturbar el orden establecido. En ocasiones por el contrario se le atribuye al forastero ser el mensajero de una buena nueva o el portador de un don o un presente que puede llegar a contribuir a solventar alguna carencia por la que se esté transitando.
La interpretación
Aunque pueden haber algunas generalidades simbólicas en los sueños en la casa de la infancia, lo relevante son las significaciones particulares que surgen de cada soñante.
Una persona puede asociar su dormitorio como un espacio íntimo y confortable, mientras que para una persona que sufre de insomnio puede ser más bien un espacio de angustia y desasosiego. Alguna persona puede asociar por ejemplo un cuarto particular con los abusos sexuales o el maltrato que sufrió en esos espacios.
En los sueños en la casa de la infancia es significativo lo que allí sucede: persecuciones, asesinatos, nacimientos, accidentes etc, pero también es relevante cada objeto que allí aparece ya que se considera que en los sueños hasta el más mínimo detalle es significativo, nada esta ubicado al azar, como en las buenas películas. La casa puede ser contemplada como un microcosmos en el que se representa la totalidad de la psique.
Psicólogo Clínico – Psicoterapeuta Junguiano
Referencias Bibliográficas
CASSIGOLI ROSSANA. Morada Y Memoria : Antropología Y Poética Del Habitar Humano. Place of publication not identified: EDITORIAL GEDISA; 2010
Cirlot JE. Diccionario De Símbolos. Barcelona: Siruela; 2018.
Chevalier J Gheerbrant A. Diccionario De Los Símbolos. 3a ed. Barcelona: Editorial Herder; 1991
Eliade M. Lo Sagrado Y Lo Profano. 1ª ed. en esta presentación ed. Barcelona: Paidós; 2014
Giannini H. La «Reflexión» Cotidiana : Hacia Una Arqueología De La Experiencia. Primera reimpresión: marzo de 2017 ed. Santiago Chile: Ediciones Universidad Diego Portales; 2017.
Hillman J. El Sueño Y El Inframundo. Barcelona: Paidós; 2004
Jung, C. G. (1982). Energética psíquica y esencia del sueño. Barcelona: Paidós.
Jung, C. G. (1990). Las relaciones entre el Yo y el Inconsciente. Barcelona: Editorial Paidós.
Jung, C. G. (1991). Arquetipos e Inconsciente Colectivo. Barcelona: Editorial Paidós
Jung, C. G. (2001). Los complejos y el inconsciente. Barcelona: Alianza Editorial
Franz, M-L (1984). Sobre los sueños y la muerte. Barcelona: Editorial Kairós.
Franz, M.-L. ., & Boa, F. (1997). El camino de los sueños: Dra. Marie-Louise von Franz en conversaciones con Fraser Boa. Santiago de Chile: Cuatro Vientos Editorial.
NEUMANN, E. (1994). The fear of the feminine and other essays on feminine psychology. Princeton, N.J., Princeton University Press.