“El inconsciente siempre trata de producir
una situación imposible para forzar al individuo
a exteriorizar lo mejor de sí mismo. Si uno no lo intenta,
no se completa, no se realiza” Carl Jung
Jung acuñó el término «individuación» para describir el proceso gradual de desarrollo de nuestra personalidad. Este proceso puede ser entendido como la manifestación de nuestro «mito personal», nuestra vocación, nuestro aporte singular al mundo.
Se considera que el proceso de individuación no sigue un curso lineal sino más bien se corresponde a la imagen de un espiral ascendente constituido por etapas con estructuras cada vez de mayor complejidad e integralidad.
Se destaca que en nuestra psique conviven dos tendencias fundamentales: una conservadora, cuyo objetivo es preservar las estructuras ya establecidas, y otra que fomenta el cambio y la transformación. La tendencia conservadora se manifiesta como miedo hacia lo desconocido y como resistencia al cambio.
En cada etapa de nuestro ciclo vital desarrollamos entonces una serie de identificaciones, creencias y puntos de vista a las que nos aferramos como fuentes de seguridad y referentes para nuestra identidad.
La necesidad genera movimiento
Se concibe como inherente a la psique un anhelo jamás satisfecho de totalidad e integralidad que le conduce a una búsqueda permanente de complejización.
Se considera inevitable entonces que las actitudes y perspectivas con las que nos identificamos en un momento dado comienzan a ser insuficientes y obsoletas para encarar las nuevas condiciones que van emergiendo a lo largo de la vida. Cuando esto sucede nuestro sistema psíquico entra en crisis impulsando de esta manera la actualización y maduración de nuestra personalidad.
Jung destaca en este sentido que usualmente el desarrollo de nuestros potenciales y la maduración de nuestra personalidad no ocurre como resultado de la voluntad consciente de nuestro ego sino que son el fruto de demandas o exigencias provenientes bien sea de circunstancias internas o externas al individuo.
El Sí Mismo
Desde la perspectiva junguiana —de manera similar a como una semilla va desplegando gradualmente su potencial inmanente hasta convertirse en un árbol con determinadas características— en nuestra psique habita el germen potencial de las cualidades singulares de nuestra personalidad que se van desplegando a lo largo de la vida.
El conjunto de cualidades intrínsecas potenciales se concibe como la manifestación en nuestra psique de un poder impersonal que se considera subyacente a todo lo manifestado.
Este aspecto fue nombrado por Jung como el Sí Mismo o Self. Nociones similares a este factor creativo primordial se encuentran presentes en diversas tradiciones espirituales o filosóficas nombrado como Tao, Logos, Sentido, lo Absoluto.
El Sí Mismo se reconoce entonces como el agente impulsor de nuestro crecimiento y desarrollo. Se plantea que el Sí Mismo ejerce su influencia en nuestra psique mediante un particular reparto de factores arquetípicos, que como una especie de dioses internos, exigen su participación en nuestra vida.
Necesidades primordiales
Los arquetipos son descritos como tendencias o pulsiones internas que desempeñan funciones similares a los instintos animales. Se consideran como fuentes de autorregulación y sentido. Subjetivamente los experimentamos como anhelos o deseos, ya sea el deseo de explorar el mundo, emanciparnos de nuestros padres, ganarnos el sustento, formar una familia, crear una obra, entre muchos otros.
Cada anhelo representa una necesidad fundamental para nuestro desarrollo. La negación o desatención de nuestros aspectos arquetípicos se relaciona con malestar emocional, falta de sentido, desorientación, descompensación psíquica o desequilibrio
Lo psicoide
Se plantea que los arquetipos tienen una cualidad psicoide, esto quiere decir que no solo operan a nivel psíquico sino que también tienen incidencia en el mundo físico. Se entiende entonces que lo inconsciente no solo promueve la transformación a partir de fenómenos psicológicos (emociones, afectos, pensamientos) sino también a través de la constelación de las circunstancias a las que nos vemos expuestos en la realidad externa.
La cualidad psicoide de los arquetipos se propone como hipótesis explicativa para los fenómenos de interacción y vinculación entre el mundo psíquico y físico como es el caso de los fenómenos relacionados con la sincronicidad.
Lo que niegas te somete
«Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas obligan a la conciencia cósmica a repetirlos tantas veces como sea necesario para aprender lo que el drama de la experiencia enseña. Lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma» Carl Jung
Se plantea entonces que cuando nuestra psique necesita desarrollarse, complejizarse, expresar aspectos no vividos, emerge lo inconsciente en su faceta oscura como madre terrible, y nos expone a circunstancias que nos impiden seguir viviendo de la manera como lo estábamos haciendo.
Se nos exige entonces sacrificar la dependencia y seguridad de aquello que nos había funcionado de soporte, de referente de identificación. Aquello que nos acogió se torna ahora en un aspecto que expulsa, que nos invita de manera contundente a iniciar un sendero hasta ahora no transitado.
Las circunstancias movilizadoras pueden provenir del mundo interno: falta de sentido, hastío, sensación de asfixia o escasez, depresiones, ansiedad, pensamientos obsesivos; o del mundo externo como: enfermedades, rupturas afectivas, accidentes.
El callejón sin salida
“En cuanto uno se abandona demasiado, se posterga o casi se olvida, existe la posibilidad y el peligro de que lo abandonado o pospuesto vuelva con redoblada fuerza” Carl Jung
Se propone entonces que cada quien posee una carga particular de temas, heridas, potenciales no vividos, que como materias pendientes se le cruzan una y otra vez en el camino.
Las circunstancias confrontadoras se suelen presentar en un principio de manera sutil pero pueden volverse cada vez más exigentes y desafiantes disminuyendo las posibilidades del nuestro ego para elegir confrontarse o no con dichas circunstancias.
Nuestro ego puede entonces en ocasiones resistirse a las convocatorias del Sí Mismo hacia la transformación mediante la negación o la evasión. Sin embargo llega un momento en que nos resulta imposible encontrar más escapatorias y nos vemos atrapados en una especie de callejón sin salida.
La función trascendente
“Se requiere una situación imposible, donde uno tenga que renunciar a su propia voluntad y a su propio conocimiento, y no hacer nada más que confiar en el poder impersonal del crecimiento y del desarrollo” Carl Jung
Para Jung, la superación de los conflictos psíquicos, esto es, de las contradicciones internas, se manifiesta como una síntesis que no ocurre como efecto de la voluntad del ego sino que emerge a partir de la disposición para soportar la tensión interna.
Cuando nos encontramos en un “callejón sin salida” se nos convoca a transitar por la impotencia de nuestro ego para resolver la situación con los recursos actuales, a lidiar con la angustia que nos genera el quiebre de nuestros referentes de seguridad e identidad, y a travesar el miedo que nos genera la incertidumbre de lo no conocido.
Cuando nos rendimos, aceptamos los hechos y renunciamos a querer forzar a la obstinada realidad a nuestras expectativas, permitimos que la naturaleza actúe en nosotros. Se sana entonces la herida, se despliega entonces el crecimiento.
La aceptación es el permitir vernos afectados por nuestras emociones de dolor, sufrimiento y frustración. Estas emociones nos convocan a un estado singular, a una sensibilidad que no es posible experimentar en otros estados del alma
El desplazamiento desgarrador del ego caduco, posibilita el advenimiento de lo nuevo, de un orden con mayor grado de complejidad e integralidad que el anterior.
A partir de esta confrontación nace entonces en nuestra psique, el tercero que trasciende el conflicto, el orden superior que se encontraba latente en el estado previo. Se nos permite además la experiencia de ser sostenidos cuando ya nada de lo conocido nos sostiene. Aquello queda como un registro que nos permite interiorizar una confianza básica, un hogar interno al que podemos acudir en los momentos de extravío.
Es importante reconocer que los equilibrios, las certezas que alcanzamos, los sentidos que nos sustentan, son por naturaleza inestables, ya que el potencial de complejidad e integralidad de la psique nunca se acaba. En este sentido es que planteó Jung que “toda victoria contiene el germen de una futura derrota”
La capacidad de la psique de formar un tercero, una síntesis superior, a partir de la tensión de las polaridades internas fue denominada por Jung como función trascendente.
El fuego de la emoción
«La emoción es la principal fuente de los procesos conscientes. No puede haber transformación de la oscuridad en luz ni de la apatía en movimiento sin emoción” Carl Jung
Las restricciones y las limitaciones nos conmueven, despiertan el fuego de la emoción, que nos cocina y nos refina, nos aporta luz y conocimiento. Para Jung las emociones son la energía para la transformación. “El conflicto genera fuego, el fuego de los afectos y de las emociones, y como todos los otros fuegos, este también tiene dos aspectos, el de la combustión y el de la creación de luz»
Sin la exposición a la frustración no hay exigencia de despliegue de pensamiento, de fantasía, de símbolo, de mundo interno.
El laberinto nos conduce al centro
“El encuentro con uno mismo, al principio, es el encuentro con la propia sombra. La sombra es un pasaje, una puerta estrecha y no hay forma de bajar al pozo profundo sin sufrir el dolor del angostamiento que implica cruzarla” Carl Jung
Los límites inexorables a los que nos enfrentamos a lo largo de la vida pueden considerarse los muros del laberinto que nos conducen al centro, al lugar donde se encuentra el minotauro, la bestia que custodia el tesoro de nuestra propia realización
El minotauro con el que indefectiblemente nos tenemos que confrontar representa nuestra sombra, los miedos, heridas, aspectos no resueltos y potencialidades no desplegadas de nuestra psique. Ese pozo profundo nos genera miedo pero también fascinación porque intuitivamente le reconocemos como el espacio para la renovación.
Los síntomas como limitación transformadora
“Hay un amor escondido en cada problema. Aunque sea difícil de creer, las hipocondrías nos cuidan, las depresiones nos hacen aminorar la marcha, las obsesiones son modos de limpiar la imagen, las sospechas paranoicas son modos de intentar ver a través -todos estos movimientos de lo patológico son modos en que somos amados, con ese peculiar modo en que opera la psique” James Hillman
Una de las maneras en que la restricción opera como factor de transformación es a través de la emergencia de síntomas. La patologización, como la denomina Hillman, es una de las particulares formas en la que nuestra psique nos cuida y nos conduce a la realización más íntima de nuestro ser. Los síntomas se consideran como uno de los caminos para hacer alma, para construir nuestro carácter.
Los síntomas se consideran entonces desde la perspectiva junguiana como aspectos que vienen a romper con la estabilidad ya alcanzada de la psique, promoviendo así, la integración de aspectos excluidos o no desplegados.
El síntoma golpea nuestra fantasía heroica “del querer es poder”, nos aterriza en la aspiración de forzar las circunstancias que nos trascienden hacia nuestras expectativas. Nos curan de la Hybris, de la desmesura.
Los síntomas abren una grieta, una sensibilidad que nos permite vislumbrar aspectos que hacen parte de frecuencias y umbrales no habituales para nuestro ego. Nuestros síntomas “no son sólo heridas que causan dolor, y voces que narran nuestros mitos, sino también ojos que ven lo que las partes sanas y normales no pueden vislumbrar” afirma Hilman.
Los síntomas nos interpelan, contienen un mensaje que puede ser descifrado y que no puede ser desatendido, nos aportan un punto de vista que compensa nuestra actitud consciente.
Los falsos muros
“Necesitas conocer tus límites. Si no los conoces, entonces chocas con las barreras artificiales de tu presunción y de la expectativa de tus prójimos. Pero tu vida no tolera ser contenida por barreras artificiales. Esas barreras no son tus límites reales, sino una limitación arbitraria que ejerce una violencia inutil sobre tí mismo. Intenta por eso encontrar tus límites reales” Carl Jung en el Libro Rojo
Para la psicología junguiana es fundamental en nuestro proceso de maduración reconocer los límites que nos convocan a la renuncia y a la aceptación; de los límites artificiales que nos impiden el despliegue de nuestros potenciales singulares y que nos convocan a desafiarlos y trascenderlos.
Hay límites relacionados con creencias y pensamientos restrictivos o desvalorizantes que inciden de manera negativa en la manera como nos percibimos. Estos aspectos se nutren de expectativas sociales o voces hipercríticas internalizadas que necesitan ser cuestionadas y superadas, ya que no representan nuestra valía y potencial como individuos.
Hay también hábitos destructivos o patrones de comportamientos arraigados que nos impiden desarrollar nuestros potenciales y que exigen el ejercicio de nuestra fuerza de voluntad para ser trascendidos.
El discernimiento
“Si la consciencia del ego sigue exclusivamente su propio camino, está tratando de volverse como un díos o un superhombre. Pero el reconocimiento exclusivo de su dependencia sólo conduce a un fatalismo infantil y a una arrogancia espiritual misantrópica y negadora del mundo” Carl Jung
En ocasiones, ciertas circunstancias en la vida nos demandan períodos de lucha y resistencia, mientras que en otros momentos necesitamos aceptar y renunciar a nuestra voluntad. Ambos momentos son significativos para la maduración y el crecimiento de nuestra psique.
Reconocer cuál es la actitud adecuada en cada momento es parte integral del proceso de individuación. Esto implica desarrollar la capacidad de discernimiento y sabiduría para comprender cuándo es apropiado persistir y luchar por lo que valoramos, y cuándo es necesario soltar y aceptar aquello que no podemos cambiar o que ya ha dejado de ser funcional.
Lo simbólico como la salida del laberinto
“Dependemos de la fantasía para salir de los estancamientos; porque, aunque no siempre estemos ansiosos por reconocer los conflictos que están alterando nuestras vidas, los sueños siempre están obrando, tratando de hablarnos, por un lado, del conflicto y, por otro, de la fantasía creativa que nos conducirá a encontrar la salida” Carl Jung
La imaginación ha sido denostada por el pensamiento racionalista y materialista desde la ilustración, considerándola con nulo valor para obtener conocimientos sólidos y productivos. Jung, sin embargo, se une a la corriente hermética y fenomenológica que reconoce el ámbito de lo imaginario, en el que se incluyen los mitos, los sueños y las fantasías como elementos que permiten el acceso a la complejidad paradójica de la psique, a las honduras de naturaleza humana y sobre todo a esa otra sutil realidad que nos habita y condiciona.
Para Jung los sueños, las fantasías, los síntomas psíquicos, son los modos en que se promueve la compensación, la maduración y el crecimiento de los individuos.
Se le reconoce a la imaginación la propiedad simbólica de unir y conciliar polaridades; de expresar, sugerir y evocar lo inaprensible; de aproximarse comprensivamente a los fenómenos inclasificables a través del concepto y la racionalidad. El analista James Hillman propone a la imaginación como el lenguaje del alma.
Sueños e imaginación activa
“Sus sueños son la expresión de su naturaleza subjetiva; por eso pueden revelarle el fallo de una actitud que le ha conducido a un callejón sin salida” Carl Jung
El trabajo con los sueños al interior de la psicoterapia junguiana tiene como uno de sus objetivos aumentar la eficacia de la capacidad transformadora y movilizadora de los símbolos en nuestra psique.
Además del trabajo con los sueños, Jung desarrolló una técnica de diálogo con lo inconsciente a la que denominó la Imaginación activa. Ésta consiste en dar la oportunidad de expresarse a los contenidos de lo inconsciente, haciendo uso de su capacidad para la personificación
Son usuales los sueños de persecución en los que no tenemos escapatoria o en los que intentamos una y otra vez resolver algo y fallamos. En ocasiones al renunciar a los intentos sucede algo que permite que se lleve a cabo una solución no pensada. A veces el factor hostil deja de serlo y se integra como algo propio. Como una paradoja.
La limitación como acceso a lo infinito
“La cuestión decisiva para los hombres es: ¿guarda relación con lo infinito o no? Este es el criterio de la vida. Sólo si yo sé que la falta de límites es lo esencial, no presto interés a cuestiones vanas y a cosas que no tienen un significado decisivo…Cuanto más insiste el hombre en la falsa posesión y cuanto menos capta lo esencial, tanto más insatisfactoria es su vida. Se siente limitado porque tiene objetivos limitados y esto crea envidia y celos. Cuando se comprende y siente que se está unido, ya en esta vida, al infinito, cambian los deseos y actitudes. El sentimiento de lo infinito sólo lo alcanzo, sin embargo, cuando estoy limitado al máximo. La mayor limitación del hombre es la persona; se manifiesta en la vivencia «¡yo no soy más que esto!». Sólo la conciencia de mi estrecha limitación en la persona me une a la infinitud del inconsciente. En esta conciencia me siento a la vez limitado y eterno, como el Uno y el Otro. Al saberme único en mi combinación personal, es decir, limitado, tengo la posibilidad de tomar conciencia también de lo infinito” Carl Jung en Recuerdos, sueños y pensamientos
Psicólogo Clínico – Psicoterapeuta Junguiano
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